Debían de ser más de las tres de la madrugada cuando Evan supo que le era imposible dormir. Poco a poco, con lentitud digna de un caracol, se deshizo de las mantas que le aprisionaban y, descalzo, se encaminó hacia la cocina.
El agua hervía, igual que sus pensamientos.
La misma pesadilla venía a su cabeza cada vez que conseguía conciliar el sueño: veía los cadáveres de sus compañeros y su profesor, con una sombra manchada de sangre detrás. Luego oía gritos, y una canción, siempre interpretada por un piano, sonaba de fondo. Se despertaba cuando la sombra se cernía con un hacha sobre Nagisa y Tatsumi. Akame también aparecía, pero sólo por unos momentos; le miraba y le sonreía, con una sonrisa que daba miedo.
Se llevó las manos a la cabeza, preso de un fuerte dolor, y cayó al suelo arrojando también la vieja taza gris de Italia. El ruido de la porcelana rota resonó como un eco en la silenciosa casa.
En joven ojiverde, en cuanto el dolor menguó, observó los trozos de aquella fiel taza; después, con cuidado para no cortarse, tiró los restos a la basura. Todavía tenían los sentidos embotados por el insomnio.
Sacó otra taza (esta de un color rojizo y algo golpeada) del armario y se sirvió el té.
Un zumbido insistente hizo que se sobresaltara y se le derramó un poco de té hirviendo en la camiseta del pijama. Soltando improperios en susurros, alargó la mano y cogió el teléfono. Anoche estaba tan destrozado que debió olvidarse de apagarlo.
El sonido tan repentino y la bebida caliente despertaron de su letargo a Evan.
- ¿Quién rayos llama a estas horas? No conozco el número...
-"Venga Evan, tú coge el teléfono, con un número extraño a las tres de la mañana. ¿Se puede ser más listo?"- le reprochó su conciencia.
Evan hizo caso omiso a su "muy querida" consciencia y descolgó.
- ¿Sí? - preguntó, sin tono alguno.
- Hello, Kingston. No deberías cogerle a un extraño en la noche, ¿sabías? Podría ser peligroso.
Evan reconoció la voz, y, sin poder evitarlo sonrió débilmente. Siempre había sido difícil hacerle sonreír, pero con los acontecimientos recientes...le parecía un milagro hacer incluso esa extraña mueca.
- ¿Quién te dio mi número, Akame-chan? - dijo, dando un largo sorbo a su té.
- ¿Desde cuándo añades el chan a mi nombre? - se la oyó responder, airada. - Y no lo pedí. Te cogí el móvil está tarde. A propósito, deberías cambiar tus contraseñas. ¿El cumpleaños de tu personaje favorito, en serio? Puedes hacerlo mejor, Evan.
El chico se atragantó, y con la garganta irritada y un tono aún más, dijo:
- ¿Y a ti quién te dio permiso para cotillear?
- Yo.
- ¡No me...!
- Cuida tu lenguaje Kingston. Ten cuidado con lo que dices.
Evan suspiró ruidosamente y puso los ojos en blanco. Al otro lado de la línea, Akame se reía mentalmente de la cara que debía de estar poniendo aquel chico.
- Ah, por cierto - empezó ella - ¿Sabías que de pequeño eras monísimo?
Evan se sonrojó hasta la punta del cabello al oír eso. Se vio tentado a colgar y dejar tal estúpida conversación en el olvido.
- Pero no llamaba por eso.
La voz de la chica se había vuelto tan sumamente fría que al castaño le recorrió un escalofrío.
Al instante, recordó su situación y volvió a ser el Evan calmado e impotente ante las circunstancias que el destino desarrollaba para él.- Dime.
- Mañana tenemos que indagar en serio. Ya hemos calentado, hora de jugar. Recuerda: nadie debe saber nada. Siento haberte molestado; aunque quizás ahora puedas dormir.
- ¿Cómo sabías qué...?
- Sayonara, Evan.
Y colgó.
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¡Volví a la vida!
Siento que sea corto, pero los exámenes me tienen ocupada 😥
¡Espero que por ahora os guste la historia! No olvidéis darle a la hermosa estrellita de abajo a la izquierda y dejar comentarios. Estoy pensando en hacer un especial...¿qué os parece la idea?¡Sayonara!
~{Kinako}~🌙
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Asesinato en la escuela
RandomEn el segundo curso de la escuela secundaria, Evan Kingston, de catorce años, vive una vida tranquila y aburrida. Hasta que un suceso cambiaría su vida para siempre, de una forma oscura y asombrosa.