Evan odiaba con toda su alma los jueves. No es que el resto de la semana le gustase, pero el hecho de que la clase infernal sólo fuera ese día hacía que odiara el resto un poquito menos.
Maldito deporte. Era la única clase que aborrecía completa y absolutamente. Sus compañeros eran capaces de chutar desde medio campo y marcar sin problemas, o dar millones de piruetas sin marearse. Él, con suerte, sabía hacer la voltereta. Y a veces ni eso.
El profesor Ludwig (era alemán) estaba desesperado con él, pero aún rezaba porque Evan pudiera dar, al menos, tres vueltas al campo de fútbol sin cansarse.
Bueno, sin desmayarse le valía.
Evan caminaba hacia la escuela como el condenado que se dirige a su destino. La música (hoy se sentía con ganas de Ser It off) llenaba sus pensamientos. Iba con tiempo de sobra, y se tomó el lujo de ir caminando.
Quizás el asesino le había hecho un favor, y Ludwig-sensei no aparecería por ahí hoy. Sería fantástico.
Sin duda, hoy Evan no estaba de humor. Y cierta pelinegra tampoco.
[...]
Nagisa y Tatsumi le esperaban ya en la entrada de la escuela. El rubio parecía tranquilo (tan tranquilo como puede estar una persona que sufre de Trastorno Hiperactivo por Déficit de Atención, o THDA), pero sus ojos mostraban una profunda preocupación, que desapareció en parte al verle llegar. El mayor del trío estaba apoyado en la verja, ignorando a sus admiradoras/acosadoras, pero sonrió al verle. Evan los saludó ligeramente con la mano, tan serio e inexpresivo como siempre.
- ¡Buenos días Evan! - gritó Nagisa.
- Hola.
- Jope, que seco y aburrido eres. ¿Ni siquiera un "hey, me alegro de verte"? - el rubio hinchó los mofletes, mirándole fijamente. El ojiverde puso los ojos en blanco, exasperado; no estaba de humor.
- ¡Hey, hey, Nagisa! ¡Estoy súper feliz de verte y tener que aguantarte! - dijo Evan, saltando de un lado a otro y moviendo las manos muy falsamente.
- Oye, baja el sarcasmo - Tatsumi se echó a reír.
Nagisa fingió pensar por un momento.
- Me temo que eso es imposible para él, Tatsumi.
- Pues casi seguro, siendo como es...
- Chicos, que estoy aquí.
Siguieron metiéndose los unos con los otros en broma, mientras cogían las cosas de las taquillas y se cambiaban los zapatos.
Los pasillos estaban llenos de vida; los asesinatos parecían ser cosa de alguna pesadilla.
"-¿Y si solo a sido eso, una pesadilla? ¿Y sí ha sido mi subconsciente, que me ha jugado una mala pasada? Quizás los últimos días no han sucedido; cuando entre a clase seguro que están todos, probablemente me haya hasta inventado a Akame... Sería demasiado bonito para ser verdad-".
Al llegar a clase, sólo había un par de alumnos y Heiji-sensei.
Los ojos de Evan buscaron inmediatamente a la joven detective, pero no se encontraba allí.
El aire estaba tenso, totalmente opuesto a la atmósfera del pasillo. Las pocas personas que había estaban muy silenciosas. Aquello golpeó a Evan como si de un muro se tratara: no se lo había imaginado, nunca hubiese sido capaz de soñar una cosa así.
El castaño dejó la mochila sobre su mesa, y se dejó caer en su asiento. Se puso los auriculares, y poco a poco, a un ritmo más lento que el del opening de Noragami, fueron llegando los demás alumnos. Tenía un sitio poco privilegiado: justo en el centro de la fila del medio. Nagisa se sentaba en la segunda fila empezando por el final, justo debajo de la ventana; y justo detrás estaba el asiento vacío de Akame.
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Asesinato en la escuela
RandomEn el segundo curso de la escuela secundaria, Evan Kingston, de catorce años, vive una vida tranquila y aburrida. Hasta que un suceso cambiaría su vida para siempre, de una forma oscura y asombrosa.