MI PRIMER BAILE DE NO-MUERTOS (II)
El día que se celebraba aquel evento en honor al regreso del patriarca de la familia pensé en aducir algún tipo de enfermedad grave y contagiosa para no asistir. Los dos días anteriores me había pasado pegada al culo de Anna mientras ella me explicaba enérgicamente qué era lo que tenía pensado hacer; Deirdre se nos había unido en su habitual mutismo, siguiendo a Anna con expresión de querer encontrarse en cualquier sitio menos en aquel. Supuse que era debido a los malos recuerdos que despertaban en ella las celebraciones de ese tipo.
Aquella mañana había decidido esquivar a todo el mundo, en especial a Morticia y a Anna. Ambas parecían haberse puesto de acuerdo para acribillarme a ideas sobre cómo sería mi vestido, dándome a entender de aquella forma tan sutil que yo no tendría ni voz ni voto para la elección.
-¡Gala! –me llamó alguien a mi espalda.
Me quedé estática sobre mis pasos, gruñendo para mis adentros. Casi a regañadientes miré por encima de mi hombro, encontrándome a Deirdre al final del corredor, con aspecto de haberme estado buscando por toda la mansión; no hice amago de volver sobre mis pasos, así que Deirdre se acercó hasta donde yo la esperaba. La vampira se había puesto aquel día un largo y vaporoso vestido de color lavanda que parecía destacar su piel morena y su cabello oscuro.
-Si me dices que Anna te ha enviado para que haga cualquier tontería, como ir a comprobar la temperatura de la sangre, juro que no respondo de mí –le advertí con un gesto de seriedad.
Deirdre me sonrió con comprensión y yo al final también terminé por esbozar una media sonrisa. Mi relación con aquella vampira había mejorado cuando decidió contarme su trágica historia, por lo que había decidido darle una pequeña oportunidad; incluso le había pedido que me ayudara con los vampiros que iban a asistir a la celebración. Entre susurros consiguió explicarme un par de nombres y datos sobre los vampiros más importantes que existían en Londres en aquellos instantes antes de que Anna nos interrumpiera, creyendo que estábamos planeando algo a sus espaldas.
-Han llevado tu vestido a tu dormitorio –me informó-. He pensado que quizá querrías verlo...
A pesar del regreso de la comitiva de la familia Vanczák y del patriarca a la mansión, no me había cruzado con ningún vampiro desconocido entre aquellos muros; Hunter me había explicado que se habían recluido en sus respectivos dormitorios para dormir hasta el día de la fiesta, recuperando la energía perdida en aquel largo viaje.
Me crucé de brazos.
-Anna ya se ha encerrado en su habitación para que las doncellas empiecen a prepararla –añadió Deirdre, como si aquel argumento me haría cambiar de opinión.
La miré con desaprobación, pero ella pasó por alto la mirada que le estaba lanzando.
-Morticia también se ha parapetado en su suite para lo mismo.
-Qué suerte que yo no sea ni Anna ni Morticia –comenté con sarcasmo.
Deirdre unió las manos, suplicándome con la mirada.
-¡Oh, vamos, las doncellas no paraban de parlotear sobre él! –insistió.
Enarqué una ceja, sin querer dar mi brazo a torcer.
-¿No tienes que ocuparte de tu propio vestido? –pregunté con desgana.
Deirdre hizo un mohín de reprobación.
-Vamos, Galatea –pasó finalmente a las súplicas-. Por favor.
Eché la cabeza hacia atrás para soltar un prolongado suspiro mientras Deirdre dejó escapar un gritito de emoción, tomándome por la muñeca con suavidad para guiarme hacia mi dormitorio; la presión de las últimas horas antes del gran evento conseguía que los humanos se encontraran frenéticos, haciéndome a mí más difícil el poder contenerme con aquel torbellino de aromas flotando en el aire.
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Midnight
Vampire¿Una chica caminando sola por la ciudad a altas horas de la madrugada? Listo. ¿Un callejón oscuro? Cerca de donde se encuentra ella. ¿Un tipo con una pinta sospechosa? Más que preparado para entrar en escena. El día en...