☽ | Chapter 68.

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SEÑORITA RILEY, SE REQUIERE SU PRESENCIA EN SU PROPIO ENTIERRO

Estaba metida en un buen lío, aunque aún no supiera cuál de todos los motivos que se me ocurrían era el causante de aquel enfado por parte de Derek; Hunter se había quedado en silencio, sosteniéndole la mirada a su hermano mayor, sin entender por qué iba a reprocharme algo.

Pero Hunter no sabía mi tenso encuentro con Anastacia y cómo había tenido que intervenir Bala antes de que la situación se descontrolara.

Derek seguía en la puerta de la cocina, con su mirada clavada en nosotros dos. Anastacia, oculta tras la espalda de Derek, seguramente estuviera frotándose las manos hasta sacarse brillo; la mejor opción que se me planteaba era mostrarme siempre que veía que Derek estaba cerca: cordial y amigable. Los gritos y las ganas de lanzarle lo primero que tuviera a mano no iban a favorecerme en aquella guerra fría que estaba manteniendo con Anastacia.

-¿Quieres que hablemos aquí? –le pregunté, fingiendo no saber de qué podía querer de mí.

La mirada de Derek se desvió de nosotros dos para recorrer la cocina, evaluando la habitación como sitio de reunión. Hunter me lanzó una mirada interrogativa, pero yo me encogí de hombros; después podría explicarle los motivos que habían propiciado aquella cercana batalla que se avecinaba.

-No –respondió finalmente-. Este no es el lugar apropiado.

Hunter y yo nos pusimos en pie a la par. Derek le ordenó que regresara junto a Bala para comprobar algo que yo no logré entender; contuve una sonrisa cuando le pidió que se llevara con él a Anastacia. Sin embargo, la pequeña alegría de tener lejos a Anastacia se vio eclipsada al mirar de nuevo a Derek, cuyo rostro no transmitía que fuéramos a pasar un buen momento.

-Subamos a mi habitación –dijo.

Lancé una última mirada al desastre que había sobre la encimera de la cocina antes de acercarme hasta donde aguardaba Derek; me dejó pasar primero y me siguió de cerca, haciéndome sentir como si estuviera arrestada. Subimos en silencio los tres pisos que nos separaban de su dormitorio y retrasé mis pasos para que Derek tomara la cabeza; que hubiera elegido ese escenario, en vez de su despacho, me había descolocado completamente.

Derek me abrió la puerta con lentitud, permitiéndome de nuevo el paso. La habitación de Derek se encontraba pulcramente colocada, a excepción del escritorio que tenía, que estaba lleno de papeles; me rasqué distraídamente el antebrazo, sintiéndome algo inquieta ante el desconocimiento de lo que iba a suceder.

Me señaló uno de los sofás y yo me moví automáticamente, ocupando el que se encontraba pegado a la ventana; mis ojos siguieron el trayecto de Derek hacia el otro sofá, manteniéndose a una distancia prudente de mí.

Sus ojos azules se clavaron en los míos.

-¿Hay algo que quieras decirme? –preguntó.

Me tomé como buena señal que su tono hubiera sido calmado; quise creer que Derek no estaba enfadado conmigo, que todo aquel paripé se debía a otro asunto. Junté mis manos sobre el regazo, intentando mantener la compostura.

-No sé a qué te refieres –respondí con cautela.

Derek frunció el ceño, como si hubiera esperado otro tipo de respuesta por mi parte.

-Galatea, no es necesario que sigas fingiendo –mis dedos se crisparon al escucharlo, pues eso quería decir que algo le había llegado; apostaba a que Anastacia le habría ido con la historia, ligeramente retocada a su favor-. No soy ciego, tampoco estúpido. Sé que te traes algo entre manos, y quiero saber el qué.

MidnightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora