☽ | Chapter 56.

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¿ESTÁS MENDIGANDO CARIÑO, DEREK VANCZÁK?

DEREK

Contemplé a Galatea en mi cama y vi que no parecía nada conforme con la interrupción de Bala.

-Seguiremos esta conversación más tarde, Galatea –le prometí, inclinándome para darle un rápido beso en la frente.

Sospeché que no se había apartado en esta ocasión debido a que teníamos público, y eso me dolió; al igual que cuando había intentado besarla y cuando me había echado en cara que no hubiera dicho ni una palabra mientras Randall le extraía la bala del brazo.

Bala se hizo a un lado para que pasara yo primero y ambos salimos de mi dormitorio. Ordené a uno de los humanos que se encargaran de subirle a Galatea todo lo que pudiera necesitar, pero que ella no saliera de esa cama; mi amigo seguía andando mudo a mi lado, quizá dándole vueltas a la repentina visita de Eneas a la mansión.

Cada vez se volvía más osado y eso no terminaba de gustarme.

Bajamos hasta el vestíbulo y recordé que Randall tenía que estar esperándome en el despacho, quizá coincidiendo con Eneas; Bala se excusó de acompañarme al ver a Elek y yo terminé el trayecto solo, preguntándome qué demonios quería Eneas para «exigirme» poder verme.

Randall se levantó como un resorte de la silla al verme irrumpir en el despacho, pero de un simple gesto le ordené que volviera a sentarse; Eneas, por el contrario, me esperaba cerca de los ventanales y no parecía muy contento.

-Derek Vanczák –pronunció mi nombre con un leve tono de desdén-. Me alegro de que hayas podido recibirme a pesar de los recientes... sucesos.

La emboscada que había sufrido Galatea y Deirdre en aquella tienda debía haberse expandido como la pólvora; me acerqué al viejo vampiro y le estreché la mano con educación, pasando por alto su mirada inquisitiva. Le invité a que tomara asiento mientras yo ocupaba la silla que se encontraba tras el pesado escritorio, esperaba que su visita fuera corta, ya que tenía intenciones de comprobar personalmente que Galatea pasaba en reposo lo que quedaba de día.

-Como comprenderás, no dispongo de mucho tiempo –le advertí con un tono cordial, nada que ver con el que había usado Eneas-. Bala me ha dicho que debía ser importante...

Eneas bufó.

-¡Por supuesto que es importante! –exclamó con consternación-. Me temo que deberías tener más cuidado con tu rebaño, Vanczák: tengo sospechas sobre el aquelarre de Calígula Lara, creo que está intentando sabotear mi negocio.

Torcí el gesto ante la mención de aquel siniestro vampiro. Los cuatro aquelarres más importantes de Londres (Shiroi, Poirier, Herz y Vanczák) habíamos decidido repartirnos la ciudad en territorios; eso no impidió que vampiros libres o pequeños aquelarres pudieran vivir dentro de esos territorios, siempre y cuando cumplieran con nuestras leyes y nos pagaran un tributo.

A todos aquellos aquelarres menores y vampiros que convivían en nuestros territorios los denominábamos rebaño, aunque era un término bastante vulgar; Eneas Wendt pertenecía al rebaño de Poirier, pero le gustaba codearse con el resto de aquelarres mayores para intentar favorecer sus propios negocios.

-¿Tienes pruebas que vinculen a Calígula con tus... acusaciones? –pregunté, a pesar de que el líder del aquelarre Lara era conocido por encontrarse involucrado en cualquier asunto sobre sabotajes, y eso podía ser lo más suave.

El rostro de Eneas se ensombreció.

-Estoy trabajando en ello... ¡Pero estoy seguro que su aquelarre tuvo mucho que ver con lo que les hicieron a mis prostitutas de sangre!

MidnightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora