CUÉNTAME UNA HISTORIA
Derek siguió mirándome fijamente y, poco después, la mirada del resto de su familia se le fue sumándose. El vampiro había decidido meterme en aquel embrollo de manera premeditada y yo me encontraba ahora de agua sucia hasta el cuello; ¿cómo alguien, en su sano juicio, querría poner a una pobre muchachita como Anastacia al lado de alguien como yo?
Él, evidentemente.
Seguro que creía que nos convertiríamos en mejores amigas y que montaríamos fiestas de pijama en mi suite. Pues, lamentándolo mucho, me temía que todo aquello sucedería en su imaginación; aquella vampira tenía que salir de la mansión antes de que alguien supiera de su existencia y tuviéramos problemas con el resto de aquelarres.
¿Acaso no era capaz de recordar las advertencias de Helga? Eso sería como darle un kalashnikov a un terrorista que pretende fingir una tregua de paz.
Quise asfixiar con mis propias manos a Derek por creer que yo sería capaz de fingir agrado hacia una vampira a quien no terminaba de convencerme. Sin embargo, de alguna manera me estaba brindando la oportunidad de tenerla estrechamente vigilada y descubrir qué intenciones ocultaba.
Compuse mi mejor gesto, al más puro estilo Anna.
-Intentaré que se sienta como en casa –prometí.
«Haré que su vida se convierta en un infierno», dije para mí misma. El resto de la familia se mostró algo alicaído después de que Derek creyera que había conseguido embarcarme en su locura; poco a poco, cada uno de nosotros fue sumiéndose en sus propios pensamientos, provocando que un incómodo silencio cubriera cada palmo del comedor.
Bajé la mirada hacia mi plato, con el estómago totalmente cerrado. No entendía cómo era posible que Derek estuviera tan cegado por la presencia de Anastacia, sin ser consciente del riesgo al que nos exponía a todos.
Salí del comedor seguida fervientemente por una tímida Anastacia, quien estaba cumpliendo las órdenes de Derek, que se había convertido en mi nueva sombra; me sentí estúpidamente como Morticia, pero procuré no mostrar el desagrado que me producía ese pensamiento.
-Señorita Riley –escuché que me llamaba a mi espalda.
Los dientes me rechinaron cuando oí su dulce voz pronunciando mi apellido de aquella forma. La miré por encima de mi hombro, intentando poner un gesto de amabilidad.
-Puedes llamarme Galatea –le dije, intentando comportarme de manera correcta.
A pesar del poco agrado que despertaba en mí aquella vampira, sabía que me estaba jugando mucho en mi relación con Derek. Mi novio parecía padecer la enfermedad del Héroe, así que había decidido acoger a todos los huérfanos y desamparados que se le pusieran por delante; habíamos logrado superar nuestro pequeño bache y no tenía intención de discutir otra vez con Derek por una vampira que lo único que buscaba era algo turbio, aunque aún no sabía con exactitud qué.
Acabaría con Anastacia con juegos sucios y la expulsaría por la mansión.
Si todo me salía bien, sería la propia vampira quien terminaría por ponerse en evidencia delante de Derek y el vampiro se encargaría de mandarla de una patada en el culo a la calle.
Anastacia sonrió y su rostro pareció iluminarse.
-Galatea –repitió, casi pidiéndome permiso.
Me obligué a relajar el ritmo para que ella pudiera caminar a mi lado. ¿Sería muy sucio por mi parte fingir querer convertirme en su amiga? Sin duda alguna, estaba reciclando las viejas técnicas de la propia Anna a quien, por cierto, hacía mucho tiempo que no veía soltando veneno y fuego.
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Midnight
Vampire¿Una chica caminando sola por la ciudad a altas horas de la madrugada? Listo. ¿Un callejón oscuro? Cerca de donde se encuentra ella. ¿Un tipo con una pinta sospechosa? Más que preparado para entrar en escena. El día en...