☽ | Chapter 43.

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EN EL FONDO DEL CALLEJÓN HAY UN CADÁVER AGUARDÁNDOTE

Froté con insistencia mis sienes, preguntándome por qué había aceptado la invitación de Bala de que saliéramos de la mansión después de haberme pasado los últimos meses encerrado allí debido al abandono de Galatea. Había sido idea de Étienne y el propio Bala, pero nuestro amigo había dejado todos los preparativos en manos de Bala porque era una eminencia a la hora de preparar una salida en grupo; me habían amenazado para conseguir que permitiera salir de la mansión, así que estaba terminando de prepararme para aquella salida.

Desde que Galatea se hubiera marchado de la mansión me había estado replanteando la idea de devolverle a mi padre el puesto de líder, pero no había reunido el valor suficiente para hacerlo; Galatea me había asegurado que mi responsabilidad hacia el aquelarre habían sido uno de los motivos por los que no me había escogido, y ahora lo había convertido en una obsesión.

Me volqué en el aquelarre para ahogar el dolor de la pérdida y mis amigos habían llegado a la conclusión de que iba a terminar volviéndome un lunático de continuar comportándome así.

Bala entró en la suite sin molestarse en llamar a la puerta, dirigiéndome una mirada inquisitiva. Se la sostuve mientras pululaba a mi alrededor, comprobando que mi atuendo fuera aceptable; apreté los puños, conteniendo las ganas de estamparle uno de ellos en la cara debido al exhaustivo estudio que mi amigo estaba llevando a cabo.

-Tienes cara de funeral –evaluó Bala con tono crítico, dándose unos golpecitos en la barbilla-. Pero tienes un aspecto respetable.

Enarqué una ceja, exigiendo una explicación por su parte, pero el vampiro se limitó a encogerse de hombros y a dedicarme una encantadora sonrisa.

-Étienne nos espera ya abajo –añadió.

Salimos de mi habitación y pensé que había retrocedido en el tiempo, cuando solamente era un adolescente que intentaba escabullirse de la escrutadora mirada de su padre para intentar descubrir qué había más allá de los muros que rodeaban la mansión; mi mirada se clavó en la puerta cerrada que había al otro lado del pasillo. La habitación que había permanecido abandonada desde hacía ya cuatro meses.

Cuatro meses y su ausencia seguía doliéndome como aquella noche en la que dijo que no podía elegirme a mí.

Bala me palmeó en el hombro cuando vio dónde estaba clavada mi mirada. Su rostro no se había ensombrecido, pero sus ojos negros sí; Étienne y él, junto a un malherido emocionalmente Hunter, habían sido los únicos que había permitido que pudieran verme en ese estado tan deplorable.

-Vamos, Derek. Olvídate esta noche de ella e intenta disfrutar.

Bajamos hacia el vestíbulo y vimos que en la entrada Étienne ya se encontraba al volante de uno de los vehículos con los que contábamos en la mansión; negro y discreto, sus faros resplandecieron para advertirnos de que nos diéramos prisa. Bala se ofreció a ocupar los asientos traseros, dejándome a mí el asiento del copiloto; Étienne comprobó por el espejo retrovisor que Bala no estuviera haciendo nada y arrancó antes de que yo decidiera echarme para atrás.

-Finjamos que no eres el líder de uno de los más importantes aquelarres de Londres –propuso Bala desde el asiento trasero-. Podríamos, no sé, inventarnos nuestras identidades. ¿Creéis que me pegaría el papel de sexy millonario? O quizá debería aprovechar este aire de misterio que me rodea.

Étienne esbozó una sonrisa traviesa mientras se detenía momentáneamente tras las verjas de hierro para que se abrieran; Bala seguía murmurando para sí mismo, probando distintos acentos para utilizar aquella noche.

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