ALPENGLOW
Un ligero aroma a carne quemada me despertó. Mi mirada se desvió de manera inconsciente hacia el otro lado de la cama, donde Derek seguía durmiendo, ajeno a todo; tras nuestro encuentro en la ducha le había pedido que se quedara conmigo y poco después ambos habíamos caído rendidos sobre el colchón de mi cama.
Olfateé para asegurarme de que no fuera un producto de mi imaginación. El ambiente seguía viciado por ese pestilente aroma, por lo que no me quedó ninguna duda sobre que alguien estaba pasándoselo bastante bien haciendo una barbacoa; me deslicé fuera de la cama y me entretuve lo suficiente para encontrar algo con lo que cubrir mi evidente desnudez. Cogí uno de los camisones que guardaba celosamente en el fondo del primer cajón de mi cómoda y me lo pasé por la cabeza, acercándome más tarde hacia la ventana.
Las vistas de aquel dormitorio eran mucho más reducidas que las que tenía en la suite, dos pisos más arriba, pero me permitían contemplar una buena parte de los jardines traseros de la mansión; arrugué la nariz al toparme con aquel desagradable olor a carne, que parecía haberse amplificado al abrir la ventana y me asomé al exterior.
Entorné los ojos cuando vi a un grupo de vampiros, húngaros si no me fallaba la visión, bastante ajetreados frente a una enorme pira. Observé en silencio cómo lanzaban objetos al fuego y el estómago se me revolvió cuando descubrí que se trataban de miembros... y que la pila amontonada cerca de ellos eran los cadáveres descuartizados de los vampiros que nos habían tendido una emboscada.
Me llevé una mano automáticamente a la boca, como si así pudiera contener la oleada de náuseas que me provocó ver a los húngaros deshaciéndose de aquella forma de los cadáveres.
Al darme media vuelta, incapaz de poder seguir viendo un segundo más aquel macabro espectáculo, me topé de bruces con el pecho desnudo de Derek. El vampiro se había movido con tan sigilo que no le había escuchado... o quizá había estado tan concentrada en aquella pira que no me había dado cuenta de que se había despertado.
Alcé la mirada hacia su rostro, topándome con su mirada clavada en el mío. Nos habíamos prometido darnos una segunda oportunidad, y rezaba para que aquélla fuera la definitiva.
-No podía dormir –le confesé, bajando de nuevo la mirada.
Derek pasó a mi lado y vi de refilón que también echaba un vistazo a lo que estaba ocurriendo allí fuera. Yo me quedé en mi sitio, observando al vampiro por encima del hombro y tratando de apartar de mi mente las imágenes de los vampiros húngaros lanzando miembros al fuego. No lo conseguí.
Me abracé a mí misma, dejando que mis turbulentos pensamientos sobre el futuro consiguieran atraparme entre sus garras. En mi imaginación, éramos nosotros los que terminábamos descuartizados y siendo arrojados hacia otro fuego de mucho mayor tamaño; en mi imaginación, éramos masacrados.
En mi imaginación, no había final feliz para ninguno de nosotros.
Di un ridículo saltito cuando los brazos de Derek rodearon mi cintura, apoyando su barbilla sobre la curva de mi cuello, en el punto donde se unía con mi hombro. Su respiración me cosquilleó en la mejilla.
-Los han... desmembrado –musité.
Me froté con fuerza los brazos, como si así pudiera eliminar las imágenes que poblaban mi cabeza.
-Es lo que se merecían, Galatea. ¿Qué esperabas que hicieran con los cuerpos?
En realidad no había pensado en ello. No había pensado en absoluto qué sería de los cadáveres que los vampiros traidores habían dejado abandonados en el bosque tras su huida; retorcí mis manos con nerviosismo, pensando en la pregunta que me había hecho Derek sobre el futuro de los cuerpos sin vida abandonados.
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Midnight
مصاص دماء¿Una chica caminando sola por la ciudad a altas horas de la madrugada? Listo. ¿Un callejón oscuro? Cerca de donde se encuentra ella. ¿Un tipo con una pinta sospechosa? Más que preparado para entrar en escena. El día en...