6. EL DONUT DE HORMIGÓN

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Maratón 1/3

Me percato de que mi padre ha esperado hasta que el partido estuviera a punto de comenzar para entrar en el salón. Como aún es pretemporada no hacemos ninguno de los típicos rituales que hacemos antes del partido cuando la temporada ha empezado. 

Papá se ha puesto la camiseta de McNabb con el número 5 y está sentado en el borde
del sofá dispuesto a saltar de su asiento. Inclina la cabeza con solemnidad mirando a
mi hermano, pero a mí me ignora por completo, incluso después de que mi madre le
diga cuando van a la cocina:

—Por favor, intenta hablar con Josh.

Mamá pone la comida en bandejas, se sienta junto a Connor y todos empezamos a
comer.

La comida está deliciosa, pero soy el único que lo dice. Mamá parece contenta de
que alguien le haga un cumplido, pero aun así pregunta:

—¿Seguro que todo está bien?

Mamá hace esto porque cuando se trata de cocinar es muy modesta, a pesar de ser
una gran cocinera.

—¿Qué crees que harán los Pajarracos esta temporada, papá? —pregunta Connor.

—Ocho y ocho —responde mi padre con pesimismo, como siempre hace al
comienzo de la temporada.

—Once y cinco —dice mi hermano.
A lo que mi padre niega con la cabeza y resopla
—. ¿Once y cinco? —me pregunta a mí. Yo asiento porque soy optimista y ganar once
partidos pondría a los Eagles en los playoffs.

Como tenemos pases de temporada, tendríamos también pases para los playoffs si
los Pajarracos llegaran a jugarlos, y no hay nada mejor que unos playoffs con los
Eagles.

Ahora, he de admitir que no he estado pendiente de las novedades del equipo fuera
de temporada, así que cuando dan la alineación me sorprendo al constatar que muchos
de mis jugadores favoritos no están en el equipo. Duce Staley. Hugh Douglas. James
Thrash. Corey Simon. Todos se han ido. Quiero preguntar el motivo, pero no lo hago
porque tengo miedo de que mi padre y mi hermano piensen que ya no soy un auténtico
aficionado del equipo. Eso era lo que decían que me pasaría cuando me mudé a
Baltimore con Claudia y cedí mi pase.

Para mi sorpresa, el equipo ya no juega en el estadio de los Veteranos, juega en el
Lincoln Financial Field, como Jake había dicho. De alguna manera han construido un
nuevo estadio desde la temporada pasada; he debido de perdérmelo al estar en el lugar
malo. Aun así hay algo que no me cuadra.

—¿Dónde está el Lincoln Financial Field? —pregunto, tratando de sonar
despreocupado, cuando empiezan los anuncios.

Mi padre vuelve la cabeza, me mira y no responde a mi pregunta. Me odia. Parece que le cause repulsión, como si fuera una obligación estar sentado en el salón viendo el partido con su hijo desequilibrado. 

—Está en el sur de Filadelfia, como los otros estadios —dice mi hermano con demasiada rapidez—. Buenos canapés de cangrejo, mamá. 

—¿Puedes ver el Lincoln Financial Field desde los Vet? —pregunto. 

—El estadio de los Veteranos se ha ido —dice Connor. 

—¿Ido? —pregunto—. ¿Qué quiere decir que se ha ido? 

—El 21 de marzo de 2004 a las siete de la mañana. Cayó como si fuera un castillo de naipes —dice mi padre sin mirarme antes de darle un bocado a un trozo de carne de una alita de pollo—. Hace dos años. 

—¿Cómo? Yo estuve en los Vet el año pa... —Me detengo porque empiezo a sentirme un poco mareado y me están entrando náuseas—. ¿Qué año has dicho? 

Mi padre abre la boca para hablar, pero mi madre lo corta diciendo: 

—Ha cambiado mucho en este tiempo que no has estado. 

Aun así me niego a creer que el estadio de los Veteranos ya no está, incluso después de que Connor saque su portátil del coche y me enseñe el vídeo de cómo se demolió. El estadio de los Veteranos, al que solíamos llamar el donut de hormigón, cae como si fueran fichas de dominó, el polvo gris cubre la pantalla y no se ve otra cosa. Se me parte el corazón al ver derrumbarse ese lugar, a pesar de que sospecho que lo que estoy viendo es un truco generado por ordenador. 

Cuando era niño, mi padre me llevó muchas veces a ver jugar a los Phillies en los Vet y, por supuesto, también recuerdo todas las veces que fui con Connor a ver a los Eagles, así que me cuesta creer que tal monumento de mi infancia pueda haber sido destruido mientras yo estaba en el lugar malo. 

El vídeo termina y pregunto a mi madre si puedo hablar con ella en la otra habitación. 

—¿Qué sucede? —me dice cuando entramos en la cocina. 

—Donald dijo que era posible que la nueva medicación me hiciera alucinar. 

—Bien. 

—Creo que acabo de ver cómo se demolía el estadio de los Veteranos en el ordenador de Connor. 

—Lo has visto, cielo. Lo demolieron hace dos años. 

—¿En qué año estamos? 

Ella duda pero luego responde: 

—En 2006. 

Si eso fuera cierto yo tendría treinta y cuatro años. El período de separación duraría ya cuatro años. «Imposible.» 

—¿Cómo sabes que no estoy alucinando ahora mismo? ¿Cómo sabes que no eres una alucinación? ¡Todos sois alucinaciones! ¡Todos! —Me doy cuenta de que estoy gritando pero no puedo evitarlo. Mamá sacude la cabeza y trata de acariciarme la mejilla, pero yo le aparto la mano de un manotazo y ella empieza a llorar otra vez. 

—¿Cuánto tiempo he estado en el lugar malo? ¿Cuánto? ¡Dime! 

—¿Qué está pasando aquí? —chilla mi padre—. Intentamos ver el partido. 

—Chris —dice mi madre entre lágrimas. 

—¿Cuánto? —grito yo. 

—¡Díselo, Michelle! ¡Vamos! ¡Se enterará antes o después! —Mi padre grita desde el salón—. ¡Díselo! 

Cojo a mi madre por los hombros y la sacudo tan fuerte que tiembla y le chillo: 

—¿Cuánto tiempo?

 —Casi cuatro años —dice Connor. 

Me doy la vuelta y veo a Connor en la puerta de la cocina—. Ahora, suelta a mamá. 

—¿Cuatro años? —Me río y suelto a mamá. Se tapa la cara con las manos y sus ojos están arrepentidos y llenos de lágrimas—. ¿Por qué me estáis gastando bro...? Oigo a mi madre, grita, y yo siento cómo la parte de atrás de mi cabeza golpea la nevera. Luego todo se apaga.

Silver Linings Playbook (Joshifer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora