Maratón 2/2
Estoy en el cuarto de las nubes; hoy elijo el sillón negro porque me siento un poco deprimido. Poco después le estoy contando todo a Donald en un amasijo de frases: lo del aficionado de los Giants, lo del pequeño aficionado de los Giants, lo de mi pelea, lo de que los Eagles perdieron contra los Giants, lo de mi padre rompiendo la pantalla del televisor, lo de que me trae la sección de deportes pero se niega a hablar conmigo, lo de mi sueño en el que salía Claudia llevando un jersey de los Giants, lo de Claudia enseñándoles el libro de Sylvia Plath a adolescentes indefensos, lo de que partí el libro en dos y lo de que Sylvia Plath metió la cabeza en un horno.
—¿Un horno? —digo—. ¿Por qué metería alguien la cabeza en un horno?
La liberación que siento es tremenda, incluso en algún momento he empezado a llorar. Cuando termino de hablar me tapo la cara, porque Donald es mi terapeuta, sí, pero también es un hombre, un aficionado de los Eagles y quizá mi amigo. Aunque me estoy tapando la cara estoy llorando. Por unos minutos, todo está silencioso en el cuarto de las nubes; luego Donald empieza a hablar diciendo:
—Odio a los aficionados de los Giants. Tan arrogantes, siempre mencionando a L. T., que no es más que un sucio estúpido. Sí, han ganado dos Super Bowls, ¿y qué? De eso hace más de quince años. Y nosotros estuvimos ahí hace solo dos años, ¿no? A pesar de que perdiéramos. Estoy sorprendido.
Estaba seguro de que Donald iba a gritarme por haber golpeado al aficionado de los Giants y que amenazaría con mandarme al lugar malo de nuevo. Eso de hablar de Lawrence Taylor me parece tan extraño que me quito las manos de la cara y veo a Donald de pie, a pesar de que es tan pequeño que su cabeza está a la altura de la mía (y eso que yo estoy sentado). Además he creído entender que los Eagles estuvieron en la Super Bowl hace dos años y eso me cabrea mucho, pues no tengo ningún recuerdo de ello. Así que esa parte trato de olvidarla.
—¿No odias a los aficionados de los Giants? —me dice—. ¿No los odias? Dime la verdad.
—Sí, los odio —respondo—, mucho. Mi padre y mi hermano también los odian.
—¿Cómo se le ocurrió a ese hombre ir a un partido de los Eagles con una camiseta de los Giants?
—No lo sé.
—¿Es que no pensó que se burlarían de él? No sé qué decir.
—Cada año veo a estúpidos aficionados de los Cowboys, de los Giants y de los Redskins venir a nuestra casa luciendo sus colores, y todos los años esos aficionados terminan siendo golpeados por algún aficionado borracho de los Eagles. ¿Cuándo aprenderán? Estoy demasiado sorprendido para hablar.
«¿Significa eso que Donald tiene un pase de temporada?», me pregunto sin llegar a decirlo en voz alta.
—No solo estabas defendiendo a tu hermano, también defendías a tu equipo, ¿verdad?
Me doy cuenta de que estoy asintiendo. Donald se sienta, aprieta el botón del sillón y el reposapiés se eleva mientras yo miro las gastadas suelas de sus mocasines.
—Cuando estoy sentado en esta silla soy tu terapeuta. Cuando no estoy sentado soy un aficionado de los Eagles, ¿comprendes?— Asiento. —La violencia no es una solución aceptable. No debiste golpear al aficionado de los Giants. —Yo asiento de nuevo.
—No quería golpearle.
—Pero lo hiciste. —Me miro las manos. —¿Qué alternativas tenías? —dice.
—¿Alternativas?
—Sí, ¿qué otra cosa podrías haber hecho aparte de pegar al aficionado de los Giants?
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Silver Linings Playbook (Joshifer)
RomanceJosh Hutcherson, sufre de amnesia y ha desarrollado una teoría muy peculiar según la cual su vida es una película producida por Dios. Y la misión que le ha dado Dios es ponerse en forma y convertirse en un buen tipo para recuperar a su ex esposa. J...