9.SI RECAIGO

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Maratón 1/2

Como sé que si llevo la ropa equivocada le habré arruinado la noche a Laura (como pasó aquella vez que fui con bermudas y chanclas a una cena en la que había que ir arreglado), no puedo dejar de pensar en qué me pondré para la cena. Paso tanto tiempo pensándolo que no me doy cuenta de que es viernes y, por lo tanto, hora de ver al doctor Donald. Lo recuerdo cuando, en mitad de mis ejercicios, mamá llama y me dice: 

—Nos vamos en quince minutos, métete en la ducha. 

Una vez en su despacho, elijo el sillón marrón. Nos reclinamos y Donald empieza: 

—Tu madre me ha dicho que has tenido una semana movidita. ¿Quieres hablar de ello? 

Le cuento lo de la cena de Laura, que ya no puedo ponerme mi ropa antigua porque he perdido tanto peso que se me cae y que la única que me vale es la camiseta que mi hermano me ha regalado. Le digo que estoy estresado por ir a la cena; que ojalá pudiera pasar el tiempo solo con Sam y no tener que ver a Laura, de quien, por cierto, Claudia decía que era una borde. El doctor Donald asiente varias veces y luego pregunta: 

—¿Te gusta la camiseta que te regaló tu hermano? ¿Te sientes cómodo con ella? 

Le digo que adoro la camiseta. 

—Póntela para la cena, seguro que a Laura también le gustará. 

—¿Estás seguro? —pregunto—. Lo digo porque Laura es muy especial cuando se trata de la ropa que uno se pone para salir a cenar. 

—Estoy seguro —responde, y eso me hace sentir mucho mejor. —¿Qué hay de los pantalones? 

—¿Qué hay de malo con los que llevas puestos ahora? 

Miro los pantalones caqui que mi madre me compró el otro día en Gap porque decía que no debería llevar pantalones de chándal a las citas con el doctor y, a pesar de que no son chulos como mi nueva camiseta de los Eagles, están bien, así que me encojo de hombros y dejo de preocuparme por Laura y la cena. 

Donald intenta que hablemos de Stevie Wonder, pero cierro los ojos, tarareo mentalmente una nota y cuento hasta diez cada vez que dice su nombre. Luego el me dice que he sido algo rudo con mi madre, zarandeándola en la cocina y golpeándola en la buhardilla, y eso me entristece, pues quiero mucho a mi madre y ella me ha salvado del lugar malo y ha firmado un montón de documentos legales... pero no puedo negar lo que Donald ha dicho. Mi pecho está lleno de arrepentimiento, tanto que no lo puedo soportar y rompo a llorar. Lloro sin parar durante cinco minutos. 

—Tu madre ha arriesgado mucho, y todo porque cree en ti. 

Sus palabras hacen que llore todavía más. 

—Quieres ser una buena persona, ¿verdad, Josh?

Asiento y lloro. Quiero ser una buena persona. De verdad quiero serlo. 

—Voy a aumentar tu medicación —me dice el doctor Donald—. Puede que te sientas un poco perezoso, pero debería ayudar a controlar tus ataques violentos. Debes saber que son tus acciones, y no tus deseos, los que te convertirán en una buena persona. Si tienes algún otro episodio como los de esta semana quizá tenga que recomendar que regreses al centro de salud mental para que te den tratamientos más intensivos, lo cual... 

—No, por favor. Seré bueno —digo rápidamente, sabiendo que es menos probable que Claudia regrese si yo vuelvo al lugar malo—; confía en mí. 

—Lo hago —me responde el doctor Donald con una sonrisa.

Silver Linings Playbook (Joshifer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora