43. LAS MEJORES INTENCIONES

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Últimos capítulos

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Josh: 

Ha pasado mucho tiempo; con suerte, el suficiente. 

Si todavía no has hecho pedazos esta carta, por favor, léela hasta el final. 

Como habrás descubierto, en este momento de mi vida soy mucho mejor escritora que interlocutora. Todo el mundo me odia. ¿Sabías que tu hermano vino a mi casa y amenazó con matarme si me ponía en contacto contigo? Su sinceridad me asustó lo suficiente para que te escribiera antes. Incluso mis padres me han reprochado que me hiciera pasar por Claudia. Mi terapeuta dice que mi traición puede que no sea perdonable y, por cierto, no deja de repetirme la palabra «imperdonable»; podría decir que está muy decepcionada conmigo. Pero lo cierto es que lo hice por tu bien. Sí, esperaba que de una vez por todas pusieras punto final y pasarás página con ella. Querrías pegarme un tiro, sobre todo porque somos una gran pareja de baile, disfrutamos corriendo, la vivienda en la que vivimos es similar y, afrontémoslo, los dos estamos luchando mucho para mantenernos aferrados a la realidad. Tenemos mucho en común, Josh. Todavía creo que apareciste en mi vida por algún motivo. Porque te quiero, quiero decirte algo que nunca le he dicho a nadie, excepto a mi terapeuta. Es algo que me hizo daño, así que espero que lo sepas tratar. Al principio no iba a decírselo a nadie porque imaginaba que la situación no podría ir a peor, y puede que si soy un poco honesta, vaya bien ahora mismo. 

No sé si sabes esto, pero Nicholas era policía. Trabajaba para el Departamento de Policía de Haddonfield y le asignaron ser una especie de consejero en el instituto. Así que la mitad de sus horas las pasaba trabajando y aconsejando a adolescentes problemáticos, y la otra mitad era un simple policía más. Te estoy diciendo esto porque es importante que entiendas que el era un hombre bueno. No se merecía morir, y su muerte demuestra que la vida es un azar y es arbitraria, hasta que encuentras a una persona que para ti puede darle sentido a todo eso, aunque solo sea temporalmente. 

En cualquier caso, Nicholas era muy bueno con los adolescentes, e incluso organizó un club en el instituto diseñado para concienciarlos sobre los peligros de conducir después de beber alcohol. Muchos padres pensaban que el club consentía que los menores bebieran porque no era un club para que los menores no bebieran, sino un club para que no condujeran después de haber bebido, por lo que Nicholas tuvo que luchar mucho para sacarlo a flote. Nicholas me contaba que muchos chicos del instituto bebían cada fin de semana y que el que los menores bebieran lo consentían incluso muchas de las familias más prominentes de la ciudad. Y lo que me pareció más gracioso fue que los chicos iban a él y le pedían que montara un club porque estaban preocupados por si alguien resultaba herido o moría si sus amigos conducían hasta casa después de las fiestas. ¿Te imaginas hablarle así a un poli cuando eras un adolescente? 

Ese era el tipo de tío que era Nicholas, la gente confiaba en él enseguida. Así que el organizaba asambleas, e incluso montó esa noche de karaoke de profesores en la que los estudiantes podían pagar para escuchar a sus profesores preferidos cantando los éxitos del momento. Nicholas podía convencer a la gente para que hiciera cosas como esa. Yo iba a estos eventos y el se subía al escenario con todos esos adolescentes y cantaba y bailaba con los otros profesores a los que había convencido para que se vistieran con disfraces salvajes, y padres, estudiantes, directores, todos sonreían. No podías evitarlo porque Nicholas era todo un derroche de energía positiva. Y siempre pronunciaba discursos durante estos eventos, y explicaba listas de hechos y estadísticas sobre conducir y beber. Era como Martin Luther King con un podio delante de él. La gente escuchaba a Nicholas. Nicholas los quería. Lo quería jodidamente, tanto, Josh... 

Algo divertido sobre Nicholas es que le encantaba tener mucho sexo. Siempre quería hacer el amor. Quiero decir que aún no había llegado a casa de trabajar, y ya tenía sus manos encima de mí. Me despertaba cada mañana y estaba encima de mí machacándome. Prácticamente no podíamos tener una comida juntos sin que deslizara las manos por debajo de la mesa buscándome las piernas. Y si el estaba en casa, no había forma de ver un programa de televisión, porque aún no había empezado la publicidad, y ya estaba él balanceándose con fuerza y mirándome de aquella manera. Era bastante salvaje, y durante los primeros años de matrimonio me encantaba. Pero después de esos años de sexo sin parar, empecé a cansarme. Quiero decir, la vida es algo más que sexo, ¿no? De modo que una brillante y soleada mañana, justo después de acabar de hacer el amor debajo de la mesa de la cocina, el hervidor de agua del té empezó a silbar, me levanté y vertí dos tazas.

Silver Linings Playbook (Joshifer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora