12. Salvaje

2.8K 276 3
                                    

Caminé, sintiendo bajo mis pies la madera crujir. Había cambiado mis vendas, mis ropas, y ahora volvía a sentir de nuevo la tela pegada a mis piernas, protegiéndome del frío. No había una capa para mí, todas tenían ya un dueño, por lo que no sentir el peso sobre mis hombros me aliviaba y me hacía sentir extraña al mismo tiempo. Llevaba mucho tiempo sin sentirme uno más.

Diría que el Muro seguía igual, pero estaría mintiendo. Stannis Baratheon estaba allí, y había traído a su bruja y a su familia con él. Ya nadie practicaba su puntería, ni su resistencia, y mucho menos el combate cuerpo a cuerpo en el nevado patio.

Todo estaba calmado. No se escuchaba el griterío del comedor, ni las voces de los instructores. Parecía que aquello estaba muerto. El Muro había muerto, y Aemon había muerto con él, no muchas lunas atrás.

No pude evitar que algunas lagrimas salieran de mis ojos cuando Jon me lo dijo. Ya había imaginado que aquello ocurriría tarde o temprano, pero no pensé que fuera tan pronto.
Jon me consoló y me dio la libertad de pasar todo el tiempo que quisiera en la biblioteca, pudiendo entrar y salir en cualquier momento.

Pero no me apetecía, al menos no en ese instante. Prefería analizar la calma y sentir la tensión que se respiraba en el aire frío.

En la tranquilidad, mientras divagaba perdida en mis pensamientos, alguien se acercó hasta mí. Era el mismo chico al que Jon se había dirigido aquella mañana para pedirle ayuda. Le sonreí levemente, a lo que él respondió tímidamente.

"Veo que ya os habéis acomodado" habló, a lo que asentí. "El Lord Comandante me envía para que os acompañe hasta el comedor. Tenéis que reponer fuerzas".

Sin más, comencé a seguirle, aunque ya conocía el camino. Las curiosas miradas de algunos guardias de la noche se posaban en mí. No parecían juzgarme, no eran las mismas miradas que otras veces me habían lanzado. Esta vez podía verse la curiosidad y el miedo a través de sus ojos.

Una vez llegamos a la puerta fui capaz de escuchar las disputas y quejas de los hombres descontentos.

"Por cierto, me llamo Sam. Y tú debes ser esa tal Lady Invierno de la que todos hablan" dijo amablemente. La pequeña sonrisa que había en mi rostro se difuminó. Supe que no lo había dicho a mal; simplemente, la última persona que me llamó así fue Greyjoy.

El chico se giró de nuevo hacia la puerta para abrirla.

"¿Te han dicho algo más? De mí, quiero decir..." Pregunté antes de que llevara a cabo su intención.

Sam miró por encima de su hombro, y sonrió.

"Que fuisteis la primera mujer en habitar el Muro. La primera hermana, aunque no hicierais el juramento. Sois una guerrera".

"¿Cómo podéis decir eso con tanta seguridad? No me conocéis" dije sorprendida.

"No hace falta. Vi cómo os enfrentasteis a Melissandre, y eso no lo hace cualquiera" contestó, sonando tal vez algo obvio.

Abrió la puerta y se colocó a un lado para dejar que pasara. La estancia se sumió en un profundo silencio cuando se percataron de mi presencia. Todos se encontraban sentados en las mesas más próximas al Lord Comandante, seguramente para escucharle mejor. De modo que aproveché una de las mesas vacías que se encontraban atrás del todo.

Jon se encontraban de pie, apoyando sus puños cerrados en la vieja mesa de madera. Nuestros ojos se encontraron y pude notar la tensión en la que se encontraba en aquel momento. Asintió levemente a modo de saludo, acto que repetí antes de sentarme delante del plato que Sam había traído de la cocina para mí. Un trozo de pan y una zanahoria troceada era lo que aquel recipiente de madera contenía.

Las voces de los Guardias de la Noche volvieron a aparecer progresivamente, quejándose entre ellos, sin hacer caso a las llamadas de atención que Jon les hacía.

Cansado, golpeó la mesa con fuerza, haciendo que todos los presentes se sobresaltaran, incluyéndome. Sin duda le hicieron caso.

"No estoy proponiendo nada, estoy hablando de la realidad. Del peligro que corremos si no hacemos nada ahora" gritó, creando un nuevo revuelo con su contestación.

Miré a Sam, que se encontraba de pie a mi lado con cara de preocupación.

"Sam" le llamé, haciendo que sus ojos me mirasen sorprendidos. "¿Qué pasa?"

El chico pareció pensarse un par de veces lo que iba a responder antes de sentarse a mi lado.

"Staniss quiere recuperar Invernalia, y le ha prometido a Jon que si lo consigue el trono será suyo, al igual que el apellido Stark" fruncí el ceño ante su contestación. Aquello no sonaba como algo que él haría. "El problema es que el ejército de los Bolton es mucho más grande que el de la Guardia de la Noche... Por eso Jon quiere aliarse con los salvajes".

"¿Y cómo pretende hablar con ellos sin que le maten?" Dije mientras miraba cómo seguía intentando convencer a todos de su objetivo.

"Jon estuvo con los salvajes; los conoce".

Estaba claro que había mucho que no conocía de aquella historia, pero ya preguntaría todas mis dudas más tarde.

"Sería un gran apoyo tener a los salvajes de nuestro lado, pero también puede ser muy peligroso" respondí, llevándome un trozo de pan a la boca. No supe lo hambrienta que estaba hasta que metí un trozo de comida en mi boca. Tuve que controlar las ganas de devorar aquel plato.

"¡VIOLAN, SAQUEAN, MATAN! ¿Y TÚ QUIERES TRAERLOS AQUÍ?" Gritó otro hombre, sobresaltándonos al chico y a mí.

Jon negó con la cabeza y dejó caer sus hombros. Se había rendido, o al menos lo había dejado pasar por ese día.

Se bajó de aquel pequeño escenario en el que estaba su mesa, elevada. Caminó entre la gente hasta llegar a la mesa en la Sam y yo nos habíamos acomodado. Hizo una mueca, parecida a una sonrisa.

"Estaré en mi habitación. Dejaré a Fantasma fuera por si ocurre algo" nos avisó con frustración y tristeza en su voz.

Tenía que ayudarle y sólo había una manera. Podía salir muy mal, o podía salir bien. Tenía que contar mi origen, ese que nunca había querido gritar al mundo, pero que estaba ahí aunque no me gustara.

Me levanté de un salto, dando un golpe con la mano en la madera. Aquella era la única manera de llamar su atención.

"Creedme. No hay nadie que sienta un odio como el que yo siento por los salvajes, pero son un gran número. Son una gran ayuda. No os piden que sean vuestros amigos, sólo que los aceptéis como un apoyo" alcé la voz, intentando hablar por encima de los susurros que aún se escuchaban.

"Las decisiones que tome el Lord Comandante serán siempre las que yo acepte" dijo un guardia después de dar un paso hacia adelante. A él le siguieron muchos, y el resto se quedó apartado, hablando por lo bajo aquello que no se atrevían a decir.

"Y decidme, mi señora. ¿Qué es eso que mueve vuestro odio hacia ellos?"
Preguntó el mismo hombre que se había quejado anteriormente.

Pensé en lo que iba a decir mientras veía cómo Jon deshacía el camino que había hecho hasta la puerta y volvía a estar a mi lado.

"Porque una salvaje me abandonó a las puertas del Muro a mi suerte, sabiendo que podría haber muerto a manos de un caminante" respondí, sintiendo como todas las miradas estaban clavadas en mí. El silencio era total y absoluto. "Y aquella salvaje era mi madre".

Lady Invierno | Juego de TronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora