VI: DEL EFECTO QUE PUEDEN PRODUCIR SIETE PALABROTAS LANZADAS AL AIRE

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¡TE Deum laudamu! -exclamó maese Jehan saliendo de su agujero-. ¡Menos mal que
se han largado esos dos búhos! ¡Och, och! ¡Hax! ¡Pax! ¡Max! ¡Pulgas! ¡Perros rabiosos! ¡Demonios! ¡Estoy hasta la coronilla de su conversación! ¡Me da vueltas la cabeza! ¡Y encima el queso estaba rancio! ¡En fin! ¡Abajo, pues! ¡Cojamos la escarcela del hermano mayor y transformemos todas estas monedas en botellas!
Lanzó una mirada de ternura y de admiración al interior de la preciosa escarpela, compuso un poco su ropa, se frotó las botas, sacudió las cenizas de sus pobres bocamangas, se puso a silbar y a dar unos saltitos en el aire, miró a ver si quedaba algo por a11í que pudiera cogerse y tomó algún que otro amuleto de bisutería que encontró por el fogón y que podría regalar a Isabeau la Thierry; por fin volvió la puerta que su hermano no había cerrado como última indulgencia y que él, a su vez, dejó abierta, como una travesura más y bajó por aquella escalera de caracol saltando como un pájaro.
Hacia la mitad de la escalera, totalmente en penumbra, se tropezó con algo que se apartó lanzando un gruñido y supuso que podía ser Quasimodo y le hizo tanta gracia aquel lance que bajó el resto de la escalera retorciéndose de risa. Todavía seguía riéndose al llegar a la plaza. Dio unas cuantas patadas en el suelo cuando se vio en la calle.
-¡Oh! ¡Mi bueno y bendito suelo de París! ¡Maldita escalera que agotaría hasta a los mismos ángeles de la escala de Jacob! ¡En qué estaría pensando yo para subir por esa maldita escalera de piedra que llega hasta el cielo! ¡Total, para comer un mal pedazo de queso con pelos y para ver los campanarios de París por una claraboya!
No había dado más que unos pasos cuando vio a aquellos dos búhos, es decir, a dom Claude y a maese Jacques Charmolue contemplando una de las esculturas del pórtico. Se aproximó a ellos de puntillas y oyó cómo el archidiácono decía en voz baja a Charmolue.
-Fue Guillaume de París quien mandó grabar un Job en esa piedra color lapislázuli y dorada en los bordes. Job aparece en la piedra filosofal, que también ella debe ser puesta a prueba y martirizada para que pueda ser perfecta, como dice Raimundo Lulio: Sub conrervatione formae specificae ralva anima(25).
25. Bajo la conservación de su forma singular el alma queda intacta.
-Me da lo mismo -dijo Jehan-, pues el que tiene la bolsa soy yo.
En aquel momento se oyó una voz fuerte y sonora que lanzaba detrás de él una sarta
de palabrotas y blasfemias.
-¡Sangre de Dios! ¡Vientre de Dios! ¡Rediós! ¡Cuerpo de Dios! ¡Por el ombligo de
Belzebú! ¡Rayos y truenos! ¡Por todos los papas!
-¡Por mi alma! -exclamó jehan-. Ése sólo puede ser mi amigo el capitán Febo.
Ese nombre de Febo fue oído por el archidiácono en el momento en que estaba
explicando al procurador del rey el dragón que esconde la cola en un baño del que sale humo y asoma la cabeza de un rey. Dom Claude se estremeció, se interrumpió con gran sorpresa de Charmolue, se volvió y vio a su hermano Jehan que se acercaba a un oficial de buena presencia, a la puerta de la mansión de Gondelaurier.
Era efectivamente el capitán Febo de Châteaupers que, apoyado en la esquina de la casa de su prometida, estaba jurando como un bárbaro.
-A fe mía que vuestros juramentos son de una facundia admirable -le dijo Jehan a la vez que le estrechaba la mano.
-¡Rayos y truenos! -respondió el capitán.
-¡Bueno, ya está bien, ya está bien! -replicó el estudiante-. ¿De dónde os viene hoy, mi gentil capitán, este torrente de lindas frases?
-Perdonadme, mi buen camarada Jehan -exclamó Febo sacudiéndole la mano-; no es fácil parar en seco a un caballo al galope y yo estaba jurando al galope. Salgo de casa de esas mojigatas y siempre me ocurre igual al estar con ellas; cuando las dejo se me llena la boca de juramentos y tengo que escupirlos o reviento. ¡Rayos y truenos! '
-¿Queréis venir a echar un trago? -le propuso el estudiante. Esta propuesta sosegó un canto al capitán.
-Me gustaría, pero no tengo dinero.
-¡Hoy to tengo yo!
-¿Ah, sí? ¡A verlo!
Jehan mostró la escarcela al capitán con majestad y sencillez. Pero el archidiácono
que se había alejado de Charmolue, dejándole sorprendido y estupefacto, se había aproximado a escasa distancia de ellos dos, observándoles sin que ellos se dieran cuenta, atentos como estaban mirando la escarcela de Jehan. Febo exclamó:
-Para vos, mi querido Jehan, una bolsa es como tener la luna en un cubo de agua. Se la puede ver pero no está a11í; es sólo el reflejo. ¡Pardiez! ¡Te apuesto algo a que son piedras!
-Éstas son las piedras con las que empiedro mi bolsillo -le respondió orgullosamente Jehan.
Y sin más explicaciones, vació la escarcela en una repisa próxima, dándose más importancia que un senador romano.
-¡Santo cielo! -masculló Febo-. Monedas de todo tipo. ¡Es asombroso!
Jehan permanecía digno a impasible. Un par de maravedises se le habían caído al suelo y cuando el capitán, lleno aún de asombro, hizo ademán de agacharse para recogerlos, Jehan le retuvo.
-¡Dejad, capitán Febo de Cháteaupers!
Febo contó todas las monedas y volviéndose con solemnidad hacia Jehan, dijo: -¿Sabéis, Jehan, que tenéis en total veintiséis cuartos parisinos? ¿A quién habéis
desvalijado esta noche en la calle Coupe-Gueule?
Jehan, echando para atrás su cabeza rubia y rizada, dijo con tono de desdén y
cerrando un poco los ojos.
-Uno que tiene un hermano archidiácono a imbécil.
-¡Por los cuernos de Dios! -exclamó Febo-. Vaya con el hombre importante.
-¡Vamos a beber! -dijo Jehan.
-¿A dónde vamos? -exclamó Febo. ¿A la Pomme d'Eve?
-No, capitán. Vamos a la Vieille Science(26). Una vieja que sierra un ansa. Es un
jeroglífico; me gusta.
-Dejaos de jeroglíficos, Jehan. Es nejor el vino de la Pomme d'Eve y además hay
junto a la puerta una parra, al sol, que me alegra cuando bebo.
-De acuerdo; va por Eva y su manzana -dijo el estudiante que añadió tomando a Febo
por el brazo-: A propósito, mi querido capitán, acabáis de hablar de la calle Coupe-Gueule. Ya no es así; actualmente ya no somos tan bárbaros; ahora se llama Coupe-Gorge (27).
26 Juego de palabras sin traducción equivalente en español: scie (sierra), ence (asa): science.
27 Coupe-Gueule podría traducirse por Corta-bocas. Coupe-Gorge podría ser Corta-cuellos.
Los dos amigos se encaminaron, pues, hacia la Pomme d'Eve. Inútil es explicar que previamente habían recogido todo el dinero y que el archidiácono les seguía, sombrío y huraño. ¿Podría tratarse de aquel maldito nombre que, desde la entrevista con Gringoire, aparecía en todos sus pensamientos? No to sabía, pero... a fin de cuentas era también un Febo, y ese nombre bastaba para que el archidiácono siguiera a paso de lobo a aquellos dos despreocupados compañeros, oyendo to que decían, observando todos sus movimientos con una gran ansiedad. Además, to más fácil era oír todo to que hablaban, pues to hacían casi a gritos, preocupándoles muy poco que los transeúntes se enteraran de sus confidencias. Hablaban de mujeres, de vino, de desafíos, de locuras...
A1 doblar una esquina les llegó el sonido de una pandereta que procedía de una calle próxima. Dom Claude oyó cómo el oficial decía al estudiante.
-¡Rayos y truenos! Apretemos el paso. -¿Por qué, Febo?
-Tengo miedo de que me vea la gitana. -¿Qué gitana?
-La joven esa de la cabra. -¿La Esmeralda?
-Esa misma, Jehan, siempre se me olvida ese demonio de nombre. Apresuremos el paso o acabará por reconocerme y no quiero que esa chica me pare en la calle.
-¿La conocéis pues, Febo?
Al llegar aquí el archidiácono observó cómo Febo, un tanto burlón, se acercó al oído de Jehan y le dijo algunas palabras en voz baja; luego Febo se echó a reír sacudiendo la cabeza con un gesto de triunfo.
-¿De verdad? -preguntó Jehan. -¡Por mi alma! -contestó Febo. -¿Esta noche?
-Esta noche.
-¿Estáis cierto que va a venir?
-¿Estáis loco, Jehan? Esas cosas no se dudan.
-¡Capitán Febo, sois un oficial afortunado!
Los dientes del archidiácono castañeteaban al oír aquello y un escalofrío, perceptible
incluso en sus ojos, le recorrió el cuerpo. Se detuvo un momento y se apoyó en una esquina como si estuviera ebrio.y continuó con la persecución de los dos alegres y des- preocupados mozos.
Cuando volvió de nuevo a acercarse a ellos, ya habían cambiado de conversación; ahora cantaban a voz en grito la vieja canción:
Los niños de los Petits-Carreaux se dejan colgar como terneros.

Nuestra señora de París ( El jorobado de notre-dame ) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora