—Debes tranquilizarte —Sugiere con paciencia —Una dama...
—Una dama se da a respetar y no tolera los abusos ni ofensas de un grosero, eso es lo que hace un dama, madre.
—Es usted una insolente...
—Le sugiero que se calle.
—¡Amelia!
—Es suficiente de esta estúpida situación —Me vuelvo hacia mi padre —Usted deberá elegir cuál será el verdugo de mi libertad...
—No voy a permitir tal atropello de parte de está niña malcriada —Me vuelvo hacia el anciano con el cuerpo tembloroso por la ira contenida y es que si sigue hablando le arrancaré la lengua por cretino —Le prometiste una dama y lo que me ofreces un disfraz de mujer.
Gruño perdiendo la poca paciencia que me queda al escuchar al horrible hombre, me acerco a él hecha una fiera con la clara intención de ponerlo en su sitio pero soy detenida por el enorme cuerpo del francés que me encontré en el bosque.
—Milady cálmese —Pide con demasiada calma, una que me enfurece aún más —Tío ya es suficiente.
—Ella no es mujer para ningún hombre —Chisto incrédula —Es más que evidente que no lo será para ninguno de ustedes.
—Por lo menos en algo concuerdo con el horrible y barrigón Conde —Pienso viéndolo de forma hostigante. un hombre de baja estatura, cara arrugada y un bigote ridículo y un bastón de madera color caoba ¿Qué tiene la gente con el color caoba?
—Eso no lo decides tú, el trato que fue hecho con mi padre, fue firmado y sellado por los Reyes, usted no debe interferir...
—Parece que fuesen niños de tres años ¡Ya suélteme! —Me libero del fuerte brazo del Caballero Francés cuyas manos siguen envueltas por los guanteletes —Y usted —Señalo al famoso tío con mi dedo indice al quitarme de en medio al hombre —Le sugiero que mantenga la poca educación si es que algún día lo educaron...
—¿De no hacerlo qué? —Pregunta altanero con aires de grandes.
—Yo lo mato...
—¡Es suficiente! —Interviene mi padre —Deja de ofender a mi hija, está usted en mi casa faltando el respeto a mi primogénita, algo nada caballeroso...
—Ese hombre no es un caballero, es un patán...
—Es suficiente Amelia —Ordena mi madre —Ese temperamento, o te calmas o no volverás a salir en un buen tiempo.
Miro los ojos de mi madre por unos instantes, luego los aparto y los cierro con fuerza, moviendo mi pecho al compás de mi alterada respiración, me muerdo la lengua para no decir nada, mi padre cierra la puerta después de que el hombre deja la habitación, acaricio mi hombro derecho con mi mano derecha, doy la espalda volviendo a pararme cerca de la ventana, en un desesperado intento por tranquilizarme.
—Lo lamento —Se disculpa el Francés que estaba aquí cuando entré —Él normalmente no se comporta así.
—¿Qué clase de... hombres de honor son ustedes? Todos se comportan así con una dama o es sólo los abuelos prepotente que...
—Le aseguro Milady —Habla el del bosque —Que los Franceses no maltratamos a las mujeres.
—Perdóneme milord, pero debo dudar de su palabra cuando he sido victima de tales ataques.
El mayor de los hermanos entrecierra los ojos al escuchar mi respuesta dada a su hermano.
—Es una joven muy sincera usted, dígame cómo es su relación con sus iguales.
ESTÁS LEYENDO
La hija del Conde: Cuando el corazón ama no hay desición que valga.
RomanceLady Amelia Clarendon, una dama de la nobleza Inglesa, hermosa, inteligente, decidida, testaruda y con un carácter fuerte, resignada a un matrimonio en el cuál esta lejos de ser feliz. Yendo en contra de lo que...