Quisiera creer en esas novelas, en esos cuentos que ahora sé no son reales, Romeo luchó por Julieta, cayendo en la muerte al creer a su amor perdido... me encantaría creer que eso es amor, pero ―Niego con la cabeza ―Es más que obvio que eso ocurre en los libros, la vida real es más cruda, más complicada.
―Nada ganará usted Milord, con tocar un cuerpo que no anhela sus caricias.
―Ganaré Milady ―Dice rozando el dorso de sus manos desde la piel de mis muñecas hasta mis hombro ―Sentirte, aspirar tú dulce fragancia, obtendré tan solo por una noche ―Observa mis ojos ―Lo que por años desearé.
―Habla usted como si fuese a morir pronto.
―La Guerra es la entrada a la muerte ―Comenta pensativo ―No espero encontrarme en sus brazos pero tampoco soy tan tonto como para creerme inmortal ―Acaricia mis labios ― Por lo que deseo dejar de ti, una huella en mí.
Suaves besos de un hombre que tiene que inclinarse para besarme, suaves caricias y un inquietante deseo de huir pero al mismo tiempo de responder a su toque. Me mantengo congelada en mi sitio sin responder a la fiereza de su beso, al fuego de su abrazo, sin responder en nada a su hambriento deseo.
―No es incorrecto ―Susurra contra mi boca ―Soy tu esposo ahora, ante los hombres, ante los ojos de Dios ―Acaricia mis mejillas con sus dedos pulgares ―Ante todo lo que creas, te suplico, entrega tus besos a mí por una noche, imagina que soy el hombre que amas.
Cierro los ojos al tiempo que aspiro muy lentamente el aire hasta llenar por completo mis pulmones, igual de lento exhalo el oxigeno logrando así relajar un poco la tensión de mi cuerpo, elevo mis ojos hasta encontrar los suyos, sintiendo los nervios volver a hacer acto de presencia en mis entrañas. Seria sencillo decir que si, seria tan sencillo como tragar arena sin que me queme la garganta, pero ―Bajo mis ojos hasta su pecho ―Dale una oportunidad, nada pierdes ―Tal vez en eso tenga razón mi madre, ya nada pierdo ―Elevo mi mano derecha hasta posarla en su mejilla con la duda en mis movimientos ―Lo que tenía que perder ya lo perdí, ahora me queda asumir mi barranco, asumir que soy su esposa, su propiedad... me gusto o no ―Trago grueso. Asiento olvidando mi promesa dada al viendo, asiento por curiosidad, por tonta, acepto casi segura de que me arrepentiré de esto.
―Una noche Milord, sólo una.
Con su pulgar acaricia mis labios sin perder de vista lo que sus movimientos hacen, lenta, casi de forma tortuosa pasea su dedo indice por mi mejilla derecha hasta mi cuello y de allí a mi clavícula, cierro los ojos, respirando suavemente al sentir como son ahora sus labios los que han ocupado el lugar de su dedo dejando suaves besos debajo de mi oreja hasta mi hombro, trago, coloco mis manos en su pecho, sintiendo el desbocado latir de su corazón casi al mismo ritmo que el mío, muerdo mi labio inferior, tragando nuevamente. Lo observo en silencio, mientras el coloca un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.
―Eres hermosa ―Susurra empujando sutilmente mi cuerpo hasta la cama ―Mi hermosa esposa...
Se quedó dormido, el hombre que ahora es mi esposo yace rendido ante el cansancio ¿Y yo? Yo estoy aquí, acostada boca arriba viendo el techo mientras lágrimas tontas escapan de mis ojos, ahogo un suspiro y de forma silenciosa me pongo de pie, cubro mi cuerpo con la sabana, avanzando hasta estar de pie junto a la ventana ―Mi esposo ―Pienso entre triste y confundida. Verme en sus brazos nunca formó parte de mis pensamientos. De hecho nada de esto ha formado parte se mis planes y ahora verme en esta situación simplemente...
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La hija del Conde: Cuando el corazón ama no hay desición que valga.
RomanceLady Amelia Clarendon, una dama de la nobleza Inglesa, hermosa, inteligente, decidida, testaruda y con un carácter fuerte, resignada a un matrimonio en el cuál esta lejos de ser feliz. Yendo en contra de lo que...