Capitulo 10

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Capitulo 10

Detengo el andar de un soldado Francés cuando intenta atravesar mi vientre con su espada, me enfrento a él confundida por las circunstancia.

Consternada observo al hombre caer al suelo con mi puñal atravesado en su cuello, la adrenalina fluye tan violentamente por mi cuerpo que me cuesta encontrarme a mí misma en este crucial momento, todo sucede tan rápido que apenas me cuesta centrarme en lo que debo hacer, los hombres corren de un lado a otro combatiendo al enemigo, por su parte los Franceses parecen desorientados fuera de combate como si no tuvieran idea de que rayos están haciendo. Doy media vuelta a tiempo y retrocedo al ver muy cerca la hoja de una espada que roza mi pecho, el señor Caden interfiere y hiere al hombre a traición.

―Buscad al Rey ¡Ahora! ―Me ordena sin dejar de cuidar mi espalda.

Me siento correr, combatir y ganar sin tener una idea de cómo es que lo estoy haciendo, sigo avanzando entre cuerpos y hombres armados, con Caden detrás de mí todo el tiempo. tanta sangre, tantos cadáveres, gritos de niños y mujeres, algunas cabañas de los pobres aldeanos quemarse y yo siguiendo derecho a cumplir lo que me ordenaron hacer.

Mis manos tiemblan con violencia, mi cuerpo vibra por las incontrolables palpitaciones en mi pecho, unos niños a la distancia gritan sin cesar al ver como una casucha es consumida por las llamas, gritan como si su madre estuviera dentro...

―¡¿ Alec que estás haciendo?! ―Veo fugazmente al oficial a mi lado, desviando mi trayecto, Caden me detiene.

―¿Qué hace?

―Esos niños ―Los señalo con entusiasmo porque sé que si no hacemos algo perderán a su mamá.

―Yo me hago cargo ―Grita para hacerse oír por sobre el ruido ―¡Vaya por el Rey!

―¡Es que acaso otro no puede hacerlo?

―Ese es su trabajo ―Brama Caden fulminándome con la mirada ―Usted busque al Rey y asegure su vida, yo volveré con usted cuando termine aquí.

Termino de llegar a la gran carpa, furiosa con ganas de matar al Rey por esto que él y su primo han propiciado, con inmensas ganas de estrangular también al Rey de Francia por su estúpido orgullo que nos ha llevado a esto.

―¡Muévase Majestad! ―Ordena René, uno de mis compañeros, me uno a ellos y sin perder el tiempo busco las ropas del Rey y me las pongo, René le da al Rey unos trapos de sirviente por lo que se queda viéndolo con el ceño fruncido.

―No pretenderás que me ponga esto ―Gruño exasperada y harta, sin cuidado alguno lo empujo para ponernos en una parte oscura.

―No es momento para tonterías, sus hombres están muriendo allá afuera para protegerlo ―Suelto conteniendo a duras a penas mis ganas de ser yo quien lo mate ―Su pueblo también lo está haciendo, hay niños heridos así que mejor muévase si no quiere que terminen con su vida.

Termino de colocarme su capa.

―Quítese el anillo y guárdelo, si es posible tragarlo hágalo ―Le dice René quien se hace de una ballesta.

―¿Qué vamos hacer? ―Le pregunto al hombre a mi lado sintiendo que esto no saldrá para nada bien.

―Seguir el plan ―Responde con simpleza, una que en lugar de calmarme me alteran.

―¿Han perdido el juicio? ―Ambos volvemos la atención al monarca, quien no deja de verme con curiosidad.

―¿No ha visto usted la cantidad de hombres que nos están atacando? ―Sin darme cuenta mi tono de voz cambia al verdadero ―Si ellos entran aquí no será para alabarlo, se lo aseguro.

La hija del Conde: Cuando el corazón ama no hay desición que valga.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora