Enarca una ceja, entrecierra los ojos y se queda en silencio observándome.
―Connor ¿Realmente puedes tomar su lugar?
―Un hombre que forme parte de su familia puede hacerlo Amelia, una mujer no soportaría lo brutal de la Guerra.
―No seas tonto... ―Me quedo en silencio analizando sus palabras ―¿Podría yo hacerlo? ―Me pregunto, lo miro ―¡Si podrías tomar su lugar? ―Vuelvo a preguntar porque necesito una respuesta que distraiga a mi mente creativa e imprudente, una que me ayude también a sacar a mi padre de la situación en la que el Rey lo ha puesto ―¡Dime!
―No me gusta lo que pretendes ―Añade con los ojos entrecerrados recalcando así su creciente sospecha, cosa que odio, lo odio porque me conoce y sabe mejor que nadie que mis ''Travesuras'' no tienen limites ―Como caballero y esposo...
―Ahora quien se comporta como un estúpido eres tú ―Con ambas manos encima de su escritorio de roble color Nogal lo penetro con la mirada arriesgándome así a que realmente comprenda mis planes, a esos que ni yo misma tengo claro ―Es evidente que yo no podría hacer algo así, los soldados de mi padre no me seguirían en semejante situación y menos seré capaz de sostener una de esas pesadas espadas con una sola mano.
Se queda en silencio viéndome sin parpadear, tuerzo la boca un poco indicándole lo fastidioso que me parece su tonto intento por intimidarme, suspira aliviado, rodea el escritorio hasta estar a mi lado.
―Podría hacerlo con una carta suya, donde especifique que su condición física no le permite combatir.
―¿Pero se requiere su autorización? No podría solo...
―No Amelia, debe ser su firma y sello, de lo contrario sus hombres no me seguirán y yo no podré tomar su lugar.
―Entonces debo darme prisa ―Me apresuro caminando hacia la puerta ―Si estás dispuesto a hacerlo ―Tomo el pomo de la puerta ―Esperame al aura en el árbol donde tan estúpidamente me ayudaste a caer, estaré ahí con la autorización, sello y espada de mi padre.
―¿Estás muy segura de esto, Amelia? ―Mi viejo amigo respira hondo, se recuesta a su escritorio y cruza los brazos ―Me temo que subestimas a tu padre.
Niego viendo mi mano sobre el pomo.
―Son ustedes los que me subestiman.
Abro la puerta y salgo deprisa de la casa con él siguiendo mis pasos, subo al lomo de Lucero y lo veo.
―Ambos sabemos que es lo mejor, tú sabes defenderte mejor que cualquiera, sé que volverás junto a tu esposa y a tu... ―Me muerdo la lengua, deteniendo abruptamente lo que casi termino por decir, Connor frunce el ceño a ver que me he quedado callada, entrecierra los ojos y me mira interrogante.
―¿Y a mi qué, Amelia?
Trago y sonrió de medio lado con malicia, niego y muevo las riendas indicándole a Lucero avanzar.
―¡Nos vemos en él árbol! ―Exclamo a la distancia ahora riendo por lo tonto que es, mi hermana ha aumentado unos cuantos kilo y él sigue ajeno a la verdadera razón de su aumento de peso.
Miles de posibilidades y ninguna favorecen mis decisiones, saber que hago mal es una distracción para mí, Lucero también parece estar de acuerdo con mi subconsciente, el viento, la lluvia, hasta el amanecer parecen querer asesinarme por lo imprudente de mi proceder, verme bajo el árbol por diez minutos me llevo a hacer lo que por un fugas momento creí que seria una locura ¡Es una locura! Una y muy grande.
―¿Pero en qué estás pensando? ―Me reprocho en medio de este desértico camino, veo de nuevo mi atuendo varonil y mi lamentable corte de cabello para poder parecer más a un soldado. Respiro profundo y miro a ambos lados, tragando como por milésima vez los nervios que amenazan con desarmarme en cualquier momento.
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La hija del Conde: Cuando el corazón ama no hay desición que valga.
RomanceLady Amelia Clarendon, una dama de la nobleza Inglesa, hermosa, inteligente, decidida, testaruda y con un carácter fuerte, resignada a un matrimonio en el cuál esta lejos de ser feliz. Yendo en contra de lo que...