Decisión

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Recordaba haber escuchado voces, pero no la alarma

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Recordaba haber escuchado voces, pero no la alarma. No estaba seguro de a qué hora el sueño le había vencido, aún con el ritmo cardiaco alterado y la cabeza llena de cosas complicadas.

Kenma logró abrir los ojos un poco, pero le ardían y la cabeza le molestaba. Una de sus cortinas estaba abierta y la luz del día entraba bastante brillante, casi desagradable. Pero cuando se movió torpemente hasta quedar sentado en la cama y tomó su celular se olvidó de todo eso; era casi mediodía.

La ansiedad comenzó a recorrerle al pensar en que había faltado al entrenamiento, al último entrenamiento antes de los exámenes, sin siquiera avisar nada. ¿Por qué Kuroo no había ido a despertarle? Pero tenía un mensaje y, ya resignado a que no haría diferencia ir el par de horas que quedaban, revisó el celular.

Eran dos mensajes. Uno era de Shōyō, hablándole de su propia práctica y preguntando por la falta de respuesta el día anterior. Kenma había olvidado por completo aquello y decidió responderle en seguida, contándole que la noche anterior había estado muy cansado, incluso al nivel de quedarse dormido ese día. Después revisó el segundo, uno de Kuroo que le hizo sentir ansioso.

¿Cómo estás? Espero que hayas despertado. En la mañana pasé a buscarte, tu madre me hizo pasar y vi lo mal que estabas; realmente tenías mucha fiebre. ¿Ya te sientes mejor? Le expliqué todo a los demás y al entrenador, y aunque estaban bastante preocupados les convencí de que no fueran a visitarte. A ti eso no te gustaría, ¿no? Pero yo sí iré. Terminaremos el entrenamiento en unas horas y llevaré bollos de carne para que almorcemos juntos. También llevaré tarta de manzana. Cuídate, Kenma.

Él se mordió los labios. Kuroo siempre había sido atento con él, ¿por qué ahora le incomodaba? ¿Le hacía sentir tan nervioso? No supo si responder, pero acabó haciéndolo. Ya desperté. Está bien, puedes venir. Gracias. Fue todo lo que escribió y envió el mensaje rápidamente.

Se quedó un momento ahí, sentado en su cama, sin saber qué hacer. Kuroo había enviado el mensaje hacía una hora, así que aún quedaban dos o tres para que llegara. Kenma alzó una mano y se tocó la frente, notando que era verdad; tenía algo de fiebre. Seguro por eso le ardían los ojos y sentía más pereza de lo normal.

El hambre acabó ganándole y bajó a la cocina; la casa estaba en silencio, sus padres se habían ido a trabajar hace muchas horas. Sobre la mesa de la cocina había una nota y un plato con bolas de arroz envuelto en papel transparente. Él leyó la nota primero, identificando la caligrafía pequeña y ordenada de su madre.

Ken-chan, te dejé el desayuno en la nevera, caliéntalo en el microondas y cómelo apenas despiertes. También dejé bolas de arroz rellenas con atún, pero Tetsurou-kun me dijo que te llevaría más para almorzar. Abrígate, toma jugo de naranja y descansa un poco. Mamá.

Él volvió a tocarse la frente con una mano mientras iba a la nevera; sí, tenía fiebre, pero no tanta. Abrió la puerta y encontró una bandeja con un cuenco de arroz, otro con verduras salteadas, un tercero con sopa de miso y un cuarto con un poco de karaage. Calentó todo en dos tandas dentro del microondas y se sirvió un vaso de jugo de naranja.

¿Se puede aprender a querer? (KuroKen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora