Consecuencias y decisiones radicales.

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CAPÍTULO 14

A pesar de sentir un poco de incomodidad entre la inconsciencia, Kenma no logró despertar en seguida. Cuando estaba cansado podía tener un sueño muy pesado y últimamente había descubierto que luego de un orgasmo terminaba agotado a pesar de no hacer mucho más que mover las manos. Esta vez, aunque no había sido solo, prácticamente había hecho lo mismo.

Cuando logró abrir un poco los ojos sólo vio un pedazo de tela negra. Dos segundos después también notó que algo tocaba su cabeza y que había un peso extra sobre su cintura. La desorientación le hizo tardar en darse cuenta de que estaba sobre un costado, que el contacto en su cabeza eran lentas caricias de una mano y que el peso en su cintura era un brazo.

Casi de modo instintivo Kenma se acomodó sobre la estrecha colchoneta en la que estaban y se acurrucó contra Kuroo, buscando su calor. Las caricias se detuvieron y el abrazo se estrechó un poco, arrancándole un suspiro.

―¿Cuánto tiempo ha pasado? ―preguntó Kenma en un murmullo.

―Uhm... ¿quince o veinte minutos? No más de media hora ―respondió Kuroo, utilizando un volumen de voz bastante bajo.

Yaku iba a sospechar, y a regañarlos, pero, quizá debido al sopor que aún sentía, a Kenma no le preocupó demasiado. Parpadeó un par de veces para mejorar su vista y bostezó perezosamente después, logrando aclarar un poco su mente. Y entonces notó al removerse más que tenía la ropa interior y los shorts bien puestos y la vergüenza se exteriorizó con un ligero ardor en sus mejillas.

―...Gracias ―cuchicheó.

―¿Uh? ¿Por qué? ―cuestionó Kuroo.

Kenma apretó los labios un momento debido a la misma vergüenza.

―Por...acomodarme la ropa. Y dejarme dormir.

Kuroo reanudó entonces las caricias en su cabello y él tuvo que entrecerrar los ojos cuando los dedos frotaron suavemente tras su oreja.

―No podía dejarte así, no con el frío que hace, y encontré unas toallitas húmedas en el botiquín que guarda Yaku aquí ―Kuroo hizo una pausa y cuando Kenma alzó un poco la cabeza pudo verle sonreír―. Además, estabas cansado y yo te cansé más ―agregó, con tono ligeramente insinuador.

Kenma se sonrojó un poco más, pero no hubiese podido decir si era por el recuerdo de lo que habían hecho o por el hecho de que Kuroo le hubiese limpiado y medio vestido. Él guardó silencio unos segundos, más pendiente de las caricias tras su oreja que de cualquier otra cosa, pero luego recordó dónde estaban, y qué momento era, y exhaló.

―Deberíamos ir...pronto será hora de cenar, si es que no lo es ya ―murmuró Kenma.

Kuroo hizo un ruidito que podía interpretarse de muchas formas y, luego de abrazarle un poco más, le besó superficialmente los labios y le soltó. Él se encontró recordando todos los besos que se habían dado rato antes y sintió un ligero cosquilleo de añoranza en los labios, pero lo omitió y se incorporó hasta quedar sentado en la colchoneta por un momento antes de ponerse de pie.

Entonces notó que se sentía extraño, un poco incómodo. Dio unos pasos y se dio cuenta de que la incomodidad provenía de uno de sus hombros y una mucho más leve de su trasero. Recordó entonces lo que Kuroo había hecho en ambos lugares y se preocupó y avergonzó en partes iguales. Cuando llevó una de sus manos a su hombro y coló los dedos bajo el cuello de la camiseta notó que la piel ahí estaba un poco afiebrada.

―Ah, eso...―murmuró Kuroo a sus espaldas, y al llegar junto a él le tomó la mano suavemente―, uhm... ¿lo siento?

Kenma le miró de reojo, con el ceño ligeramente fruncido.

¿Se puede aprender a querer? (KuroKen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora