Conversaciones necesarias pero desagradables.

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CAPÍTULO 20

CAPÍTULO 20

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¿Qué está mal con nosotros?

¿Qué está mal con nosotros?

¿Qué está mal con nosotros?

¿Qué está mal con nosotros?

¿Qué está mal con nosotros?

¿Qué está mal...?

―¿Kenma-san?

La voz de Lev lo sacó de la retahíla infinita de esa voz en su cabeza repitiendo aquella interrogante. Le tomó unos segundos poner a raya la ansiedad que se había desatado en él, al menos lo suficiente para que no se notara en su rostro. Lev ya lo estaba mirando con preocupación, además del aire desdichado que traía hace un rato, y Kenma se aclaró la voz carraspeando.

―No sé si sea el adecuado para responderte ―dijo, con sinceridad.

Lo vio apretar los labios.

―¿Usted no se lo ha preguntado desde que está con Kuroo-san? ―volvió a preguntar Lev.

Él soltó un suspiro desganado.

―Demasiadas veces ―admitió―, pero hasta ahora no he encontrado una respuesta que me convenza. Supongo que lo que vemos mal es que a la mayoría no le ocurre esto, y ser la excepción en algo suele acarrear inseguridad y ese sentimiento de estar mal por no ser igual a los demás, por ser parte de una minoría. Sin embargo, nadie es exactamente igual a otra persona, y ser distinto no es algo negativo precisamente. O no mientras no dañes a otros con ello, supongo. En Japón satanizan mucho el no ir con la corriente del grupo en igualdad, el sobresalir demasiado o el llevar la contraria, pero yo no creo que esté mal. Si lo creyera, todo lo que soy estaría mal, no sólo que... que esté con otro chico.

Lev pareció prestar demasiada atención a sus palabras. Se veía más pensativo y serio de lo normal, y eso lo estaba haciendo sentir más incómodo de lo que exponerse así con él ya le hacía sentir. Ni siquiera había hablado de ello con Kuroo todavía al estar ambos más ocupados en formar una relación y avanzar con ella que en las repercusiones que pudiese tener para sus vidas y las de sus conocidos. Ser tan sincero y mostrar sus inseguridades con alguien más le hacía evocar aquellos tiempos en que Kuroo todavía no llegaba a su vida y él no encontraba seguridad en nada, completamente vulnerable frente al mundo.

―¿Sabe? En Rusia, el país donde nació mi madre, era ilegal ser homosexual cuando ella era joven. Lo fue hasta hace como veinte años. Todavía odian mucho a cualquier persona que tenga una pareja de su mismo sexo y hay un montón de leyes prohibitivas, ella me contó que incluso mis abuelos tienen ese pensamiento. Le pregunté muchas cosas estos meses, a ella y a mi hermana mayor; a las dos les da igual el tema y según mamá, a papá también ―Lev hizo una pausa y apretó los labios―. No sé si soy normal o anormal, pero averigüé lo suficiente sobre las cosas malas que pasan si sales con un chico aquí, en Rusia y en todo el mundo, y no por saberlo me dejó de gustar Yaku-san. Soy un mocoso porque no tengo experiencia y porque apenas cumplí dieciséis, pero no estoy confundido. Sé que esto que siento no es algo tan simple como estar confundido. Y si hay algo mal conmigo, ¿no lo hay entonces con todos los que también son homo? Vi unos gráficos y no les entendí mucho porque eran complicados, pero sí entendí los números y son un montón en el mundo. O somos. No sé, tal vez soy gay, bi o simplemente me gusta tanto que no me importa que Yaku-san sea un hombre, tanto como no me importa que sea bajito o que tenga muy mal genio.

¿Se puede aprender a querer? (KuroKen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora