El huidizo gato introvertido fue cazado

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Después de media hora de estar encerrado en el cubículo del baño Kenma se sintió lo bastante recuperado como para salir. Volvió a mirarse en el espejo un momento; tenía el puente de la nariz, alrededor de la curita, hinchado y de un color algo violáceo. Sus ojos parecían irritarse más a cada segundo. Se quitó el tapón de papel higiénico del agujero de la nariz y comprobó que había dejado de sangrar antes de tirarlo a la basura. No podía hacer nada con las manchas de sangre en su camisa.

Salió del cuarto de baño y caminó apresuradamente por el pasillo antes de bajar las escaleras. No se topó con ningún profesor para su suerte y logró salir del recinto escolar con facilidad porque luego del almuerzo la cerca permanecía abierta. Aquello aumentó la ansiedad de Kenma; alguna vez había faltado a clases o se había saltado un par escondido en la azotea, pero nunca se había escapado.

Mientras caminaba por las calles ligeramente atestadas comenzó a pensar en lo que había pasado. Se sentía decepcionado, dolido. Su confianza había sido pisoteada. Quizá para cualquiera estuviera exagerando sólo por un simple beso, pero no en ese contexto, no cuando su mejor amigo lo había forzado a pesar de sus negaciones. Era una falta de respeto que había destruido la confianza entre ambos. El lazo de tantos años.

El sentimiento de pérdida era horrible. Ya haber pasado por algo similar, imaginándose en un futuro sin alguien tan importante, no ayudaba en esa segunda vez. Su abuela se había ido y ya no estaría nunca más físicamente con él, pero a Kuroo lo tendría de vecino o compañero de escuela y equipo por al menos cinco meses más. Perderlo y que siguiera ahí, tan cerca, sería mucho peor. Kenma sintió el ardor en sus ojos nuevamente.

Estaba furioso, y dolido, pero la tristeza y soledad poco a poco iban ganando terreno. No tener a Kuroo era quedarse solo, volver a su tercer año de secundaria. Al menos durante ese año había visto a Kuroo todas las noches y sabía que estaría para él desde el balcón frente al suyo. Ahora él mismo lo había mandado a paseo y la relación se había destrozado junto a la confianza, no volvería a tenerle a su lado aunque siguieran siendo vecinos. ¿Cómo iban a jugar partidos o siquiera practicar así? Después de perder en cuartos de final en la clasificación para las nacionales los de tercero sólo se habían quedado en el equipo por la posibilidad de clasificar a la Spring-High, la última posibilidad. Yaku, Kai...y Kuroo. Se tomaban esa oportunidad muy en serio. Él no podía decepcionarlos.

Su cabeza dolía para cuando subió al vagón. Nunca había agradecido tanto estar en época de exámenes; tenía casi dos semanas para intentar recomponerse lo suficiente antes de reanudar las prácticas. Era poco tiempo para superar algo así y en ese momento lo veía imposible, pero tenía que hacerlo. Debía hacerlo. La presión era algo real, basada en la esperanza de los de tercero, de todo el equipo. Y él era el único Armador de Nekoma, no tenía a nadie que pudiera reemplazarlo en caso de huir.

Comenzaba a sentirse un poco como el año anterior, cuando casi había dejado el equipo. Esa vez Kuroo lo había impedido con argumentos lógicos y otros afectivos. Pero ahora quizá lo había perdido para siempre, ya no iba a ser su apoyo. Le tocaba sacar fuerzas de algún lugar desconocido y continuar. Ser independiente, autosuficiente.

Kenma suspiró desanimado; dudaba recordar un momento de independencia. Había pasado de la protección de su madre a la de Kuroo y ahora se sentía perdido. Su dolor de cabeza aumentó y decidió dejar de meditar. Le quedaba tiempo, al menos once días contando ese martes. Hasta el sábado de la próxima semana, donde volverían a las prácticas.

Terminó sacándose el celular del bolsillo para abrir cualquier juego con el que distraerse, pero vio el buzón de mensajes. Seis nuevos sin leer; ninguno era de Kuroo. Apretó los labios al sentirse algo vacío.

¿Se puede aprender a querer? (KuroKen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora