Estudios, un capricho y primer contacto.

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La noche anterior, Kuroo se había quedado a cenar con ellos y luego  se había ido a su casa

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La noche anterior, Kuroo se había quedado a cenar con ellos y luego se había ido a su casa. No habían hablado de nada íntimo, pero suponía que era debido a la presencia de sus padres. Kenma tampoco habría estado cómodo hablando de algo así con ellos cerca, no cuando no había nada que contar. Quizá, si lo suyo funcionaba y llegaban a salir, podría pensarse el contárselo a sus padres.

Kenma se había ido a dormir algo más tranquilo con sigo mismo luego de meditar sobre la situación. Cuando su madre le despertó temprano para tomarle la temperatura él se sentía mejor, casi relajado. El termómetro lo confirmó al marcar treinta y seis punto cuatro. Era temprano y bajó a desayunar con sus padres, aprovechando de comerse el trozo de tarta de manzana que había dejado el día anterior.

A pesar de estar mejor, su madre le envió a su cuarto a descansar y él no replicó. Se pasó la mañana en su cama, jugando perezosamente con la consola, hasta que le llegó un mensaje de texto. Pausó el juego y lo leyó, sintiéndose un poco confundido. Sal al balcón, era todo lo que decía. Un mensaje de Kuroo.

Él se levantó y se puso una sudadera encima de la camiseta de pijama, porque sabía que afuera corría un poco de viento, y abrió el ventanal corredizo para salir. Kuroo estaba de pie en el balcón de su casa que daba a la de Kenma, sonriendo, y a diferencia suya traía una camiseta y pantalón corto que no eran de pijama.

—Buenos días...ah, tardes. Lo siento, acabo de despertar —se corrigió Kuroo.

—Buenas tardes. ¿Qué ocurre? —preguntó, intentando contener la curiosidad.

Kuroo dudó un momento y luego se encogió de hombros, sonriendo como si se disculpara.

—Quería verte, saber qué tal estabas, pero no quería que habláramos por celular. Y no puedo salir porque perdí mis llaves y mis padres salieron, así que debo quedarme cuidando la casa.

Aquello no le incomodó, pero sí le avergonzó un poco.

—Treinta y seis punto cuatro.

—Oh, ¿ya te bajó tanto? Qué bueno...creí que podrías recaer en la noche. Me alegra que no haya pasado.

—Ya...—murmuró Kenma, desviando ligeramente la mirada. Después lo pensó un poco y volvió a mirarle—. ¿Qué harás con el almuerzo? ¿Tus padres volverán pronto?

Kuroo negó con la cabeza.

—No, llegarán tarde. Había pensado en pedir algo o comer sopa de fideos instantánea. ¿Por qué? —devolvió Kuroo la pregunta.

Él volvió a dudar, aquello ya parecía un rasgo de su personalidad. Pero no podía retroceder y no era tan mala idea. Había decidido poner de su parte.

—Porque...puedo pedirle a mamá que me empaque mi ración y que haga una más para ti, e ir a comer contigo. No creo que le moleste, al contrario, más si sabe que estás solo —ofreció, intentando parecer menos nervioso de lo que se sentía.

¿Se puede aprender a querer? (KuroKen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora