Temor y un fallido 3er contacto

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—¡Kenma!

Él presionó enviar en la pantalla al terminar el mensaje que escribía a Shōyō y se guardó el celular en el bolsillo mientras alzaba la mirada. Kuroo corría desde la salida del edificio a la salida del recinto, donde estaba él. Kenma llevaba ahí esperándolo alrededor de veinte minutos.

Más temprano se habían quedado el resto de la hora de almuerzo en silencio, apoyados el uno contra el otro y tomados de la mano. Kuroo había respetado su silencio, su incomodidad, y él se lo agradecía realmente. Las clases de la tarde parecían un borrón en sus recuerdos; había quedado algo somnoliento luego de tanta relajación.

—Lo siento, tardamos un poco porque tuvimos que ayudar al profesor con unos papeles —explicó Kuroo al detenerse a su lado, respirando apenas un poco agitado por correr—. Yaku dijo que tenía que ir a otro lado así que podemos irnos ya.

—Está bien —respondió él antes de comenzar a caminar.

Kuroo le siguió casi en seguida y mantuvo el paso de Kenma a pesar de que daba zancadas mucho más largas. Antes él no notaba esas cosas, pero ahora era consciente de que Kuroo lo hacía para ir junto a él, para no dejarle atrás. Eran detalles, como el dejarle pasar primero por los torniquetes de la estación, darle siempre primero de lo que compraran para comer, incluso darle más, y cuidarle en el vagón del tren. Quizá el ayudarle con los estudios tampoco tenía que ver sólo con su interés porque él pudiera continuar siendo el armador del equipo, podía ser otro detalle.

Ahora, por primera vez siendo consciente de ello, era Kenma quien estaba teniendo un detalle para con Kuroo al esperarle. Fue él el que intentó no andar tan lento como siempre para no forzar a Kuroo a retrasar su paso.

Y después, cuando subieron a un vagón medianamente lleno del tren y sólo había un lugar disponible, si bien Kuroo se lo cedió fue Kenma quien por iniciativa propia le ofreció llevarle la mochila. Y Kuroo, algo sorprendido pero sonriente, aceptó.

En la tarde Kenma había pasado a la casa de Kuroo a estudiar. Tenía más tarea de matemáticas y algunas dudas sobre ciencias que quería aclarar. Pero sólo fue poco tiempo, porque la madre de Kuroo le pidió que la acompañara a hacer las compras y él había preferido irse a su propia casa a jugar con la consola.

Sabía que no había sido buena idea desvelarse jugando pero lo había hecho y ahora, a las siete y diez de la mañana y de pie fuera de la casa de Kuroo, se reprendía mentalmente de nuevo mientras dejaba escapar un bostezo. Él a esa hora recién estaba despertando los días que no había práctica y su cuerpo le reclamaba la falta de sueño mientras se lamentaba no aprovechar la semana libre para dormir más.

Pero cuando notó la sorpresa en el rostro de Kuroo al salir de su casa y verle allí toda su somnolencia se hizo a un lado momentáneamente. Kuroo llegó junto a él, medio conteniendo una sonrisa, y suspiró.

—Buenos días...—murmuró. Kenma le vio apretar los labios un poco—. ¿No es algo temprano para que ya estés yendo a la escuela?

—Buenos días...y te estaba esperando, para ir juntos —respondió Kenma, diciendo lo obvio.

Kuroo apretó un poco más los labios al mismo tiempo que se le escapaba algo más de la sonrisa. Él se sintió mejor al saber que aquello lo había alegrado aunque fuera un poco, y su sorpresa no podía molestarle cuando su propia madre se había sorprendido más. Además, él había querido precisamente sorprenderle, por eso no le había dicho nada el día anterior.

—Sé que no puedo abrazarte porque podrían vernos, pero...si nos tomamos la mano...—murmuró Kuroo, desviando un poco la mirada—. Alcanzaríamos a soltarnos si viene alguien.

¿Se puede aprender a querer? (KuroKen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora