Convivencia con gatos y un búho idiota

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Kenma nunca había sido de las personas que se sentían cómodas durmiendo con alguien más. Para él, la comodidad al dormir radicaba en poder extenderse y moverse a todo lo largo de la cama sin nadie que se lo impidiera y que le incomodara con sus propios movimientos, o en volverse un capullo cubierto de mantas. Y seguía pensándolo incluso aquella mañana, al despertar entre los brazos y piernas de Kuroo. Sin embargo, no podía negar que el calor del cuerpo contrario era algo bastante reconfortante, más cuando le rodeaba completamente de ese modo, y su abrazo tampoco le incomodaba demasiado. Quizá a su debido tiempo hasta podría acostumbrarse a ello.

Esperó unos minutos así, en silencio, pero ninguna alarma sonó y la pierna que tenía atrapada entre las de Kuroo comenzaba a dormirse. Un minuto después, siendo más cuidadoso que nunca, logró zafarse del abrazo y se incorporó hasta quedar sentado en la cama. Kuroo sólo se acomodó un poco, ahora sin nada a lo que abrazar, pero no despertó. Kenma pasó lentamente por sobre él, intentando no pasarlo a llevar, y terminó de pie en el suelo. La calefacción seguía encendida, por lo que no sintió frío a pesar de no traer pantalones, y luego de dirigir una última mirada a Kuroo tomó su celular de la mesita de noche y su ropa y estuche con útiles de aseo del escritorio antes de ir al baño.

No tardó demasiado aseándose y se cambió la ropa interior por una propia antes de ponerse el pantalón y camiseta del uniforme de deportes. Seguía teniendo la vista algo desenfocada por el sueño y el cabello desordenado, pero priorizó lavarse los dientes. Estaba a la mitad de ello cuando decidió mirarse un poco en el espejo del lavamanos y casi se atoró con la espuma de la pasta dental. Terminó de lavarse los dientes lo más rápido que pudo y se enjuagó la boca antes de acercarse más al espejo.

Ahí, en el costado derecho de su cuello, había una mancha. La piel estaba notoriamente violácea, llena de algunos puntitos diminutos más oscuros que formaban el hematoma. El ceño de Kenma se frunció considerablemente mientras llevaba una mano a su cuello y aunque apenas se tocó con la yema de dos dedos la piel dolió de un modo similar a un moretón. Ver pequeños rectángulos más oscuros formando una especia de óvalo en medio del hematoma sólo hizo que a su ceño se agregaran también sus labios fruncidos.

La zona afectada era de tamaño considerable, como la mitad de la palma de su mano. Era imposible ocultarlo con maquillaje incluso si él tuviera, que no era el caso. Comenzó a registrar el baño aún con expresión enfadada hasta encontrar el pequeño botiquín que sabía había allí, pero en cuanto vio las tiras de curitas resopló. No servirían de nada, ni siquiera si se ponía muchas juntas porque en algún momento se podrían separar y se notaría el tono violáceo. Además, se vería demasiado sospechoso.

Siguió buscando en el interior de la caja y se sintió más aliviado al encontrar una caja de parches térmicos abierta. Sólo quedaba uno, pero era lo suficientemente grande para cubrir la zona afectada y cuando se lo puso, teniendo cuidado de hacerlo calzar, estuvo satisfecho de que nada se escapara por los bordes. Era color marrón claro y aunque se notaba igual por el contraste de su tono de piel más pálido, no resaltaba tanto como un montón de curitas.

A pesar de ello seguía molesto y ordenó todo para poder salir con la ropa bajo el brazo y el estuche de útiles de aseo en una mano. Cuando entró a la habitación sólo pasaron dos segundos antes de que los brazos de Kuroo le rodearan por completo en un abrazo algo apretado. Al igual que él, se había puesto ya el pantalón del uniforme de deportes, pero no traía nada para cubrirse el torso y Kenma luchó contra la vergüenza para mantener su expresión de enfado.

No tuvo que luchar demasiado, porque Kuroo se inclinó hacia su cuello y cuando intentó besar la piel sus labios se toparon con el parche, recordándole a él el motivo de su molestia.

—¿Uh? ¿Qué es eso? —cuestionó Kuroo, apartándose apenas lo suficiente para poder mirar su rostro.

Parecía un poco confundido y Kenma resopló.

¿Se puede aprender a querer? (KuroKen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora