25. La oscuridad prevalece

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Si bien se preparó para participar en esa guerra imprevista, considerando que volvería a enfrentarse a Cornelius, no pudo siquiera mantenerle el ritmo. Se cuestionaba cómo rayos ese sujeto al que le sirvió de consejero, del que siempre estuvo al tanto de todo lo que hacía, se convirtió en alguien tan siniestramente fuerte. Agotado, jadeante, con la nariz rota cuya sangre resbalaba por su garganta llenando su paladar de un sabor metálico, Igor miraba las cuencas vacías del rostro de ese traidor, donde se suponía deberían estar sus ojos. No comprendía por qué su magia no lo afectó como aquella vez en el pantano de Seraph cuando descubrió sus verdaderas intenciones con la Rebelión. No asimilaba como se mantenía en pie cuando en su pelea anterior estuvo a nada de morir. Sintió impotencia al creer que lo que hacía era ganar tiempo pues le faltaba mucho para estar a su altura. Y esa era la verdad.

Cornelius esperaba al Intérprete, al verdadero. Implementó sus dones de luz y oscuridad para cambiar su aspecto, volviéndose más letal. Sosteniendo su fiel bastón del cual, el cristal en la base iluminaba gracias al líquido en su interior, aguardaba por la oportunidad donde hiciera valer su espera, usando a su contrincante como carnada.

De nuevo Igor arremetió contra él; nunca se rendiría, quería por lo menos ser de ayuda a su discípula. Cornelius lo recibió, bloqueando con el bastón la espada, apartándose de su trayectoria, haciéndolo avanzar unos pasos con torpeza. Rio como tantas veces en las que intentaba herirlo, mofándose de sus patéticos intentos de lucha. Girando enseguida para evitar la guardia baja, el veterano elementalista de tierra y agua lo encaró, sosteniendo la espada con ambas manos, apreciando la figura infernal de lo que parecía un demonio.

—Creo que no es bueno hacer esperar a la muerte, ¿no crees, Igor? —comentó Cornelius. Una luz tenue se posó en sus cuencas vacías. Por precaución, el hombre de ojos azules retrocedió, preparándose ante un ataque imprevisto.

Un escozor descendió por su seca garganta, colándose ese miedo que Delax impregnaba en la gente para dominarla. Enfocó el suelo, ignorando esos agujeros negros que tenía por ojos.

—Sí, eso creo, por eso te voy a matar —espetó, alzando la vista, conectándola en ese demoniaco rostro.

La carcajada que profirió fue lo más espeluznante que en toda su vida escuchó; lo estremeció, percibiendo con furor la nevada que caía. El sudor heló su piel, sus dientes castañearon y su cuerpo tiritaba. La mirada de ese tipo reflejaba el infierno, volviendo aterrador cualquier ambiente.

—No nos digamos mentiras, Igor, tú no estás preparado para vencerme. Ni pudiste hacerlo con tu querida Melisa, ¿lo recuerdas? Aquella campirana que no salvaste por estar pendiente de tu hermano, esa que mataron los murder que se infiltraron en Wanhander —arguyó Cornelius con voz ronca. Igor enfureció, apretando los puños, queriendo golpear a ese embustero.

—Al menos él no logrará matarte —exclamó alguien a la distancia. Ambos voltearon a ver—, pero yo me encargaré no solo de eso, también haré de tus últimas horas de vida, un suplicio.

La presencia del príncipe de Grant Nalber fue tan imperiosa que ambos se sobresaltaron, pensando que era el mismísimo Sebastian Turner ante ellos. Drek, sosteniendo el yelmo bajo el brazo y en una mano una espada bastarda que se echó al hombro, llegó para apoyar a Igor en el momento justo. La comisura derecha de su boca se alzó, una expresión picara que surgió al percibir el pavor del viejo que antes fue su tutor.

—¿Tienes miedo, Cornelius? —inquirió, dejando el casco en el suelo.

El mencionado retrocedió unos pasos. Aferró su bastón, haciendo brillar la esfera con el líquido multicolor, consiguiendo que éste se volviera negro. Igor también dio unos cuantos pasos hacia atrás, posicionándose al lado de Drek. Lo vio de reojo, preguntándose cuáles eran sus verdaderas intenciones al presentarse en Voreskay, lejos del reino que debía proteger. Se inquietó, deseando que al menos estuviera ayudando a André porque en serio la estimaba y no por el objeto que poseía en su interior.

El mensaje de los Siete [IyG II] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora