A partir de aquel día, me dió la impresión de que todo iba a salir bien. James y yo nos veíamos entre clases, e íbamos con muuuuucho cuidado. Nunca supe de que nargles hablaron Fred y Lilith, pero ella acabó sonrojada como el escudo de Gryffindor. Cuando le pregunté, su única respuesta fue:
-Odio a ese squib.
Se palpaba el amor. JAJAJAJAJAJ volvamos a James y a mi. No os creáis, yo intenté multitud de veces romper con Albus, pero no pude por los exámenes, y esas cosas de muggles. Con James a mi lado, los meses volaron. En un parpadeo, ya estábamos en Mayo. Y en un suspiro vendrían los exámenes finales, lo cual reducía el tiempo en el cual podríamos estar juntos James y yo, quitando los partidos de Quidditch (íbamos ganando Slytherin).
Cierto Domingo, me encontraba yo en la Sala Común tumbada en el sofá mientras leía un libro sobre dioses de la antigua Grecia en la actualidad, muy entretenido. Apareció Lilith con ropa muggle y se me quedó mirando. Yo alcé la mirada de mi libro.
-¿Qué?-le pregunté, algo impaciente.
-Deberíais decírselo a Albus juntos. Tú y James. No es justo que tú cargues con toda la culpa.-me sugirió, y yo bostecé.
-Sí, hoy hemos quedado James y yo. Se lo propondré e iremos a buscar a Albus, ¿de acuerdo?-le propuse, y ella asintió. Luego, al ver que se dirigía a la entrada, pregunté:-¿Tú donde vas?
La respuesta tardó un poco, y cuando llegó, llegó entre titubeos.
-Al invernadero, a mirar...plantas.-anunció, y no me dió tiempo a preguntarle nada más porque se fue. Dejadme mostraros mis motivos para dudar de que no había sido sincera. En realidad, sólo es uno y es aplastante: Lilith odiaba Herbología. O se escapaba, o se dormía. Pero nunca atendía. Sonreí al imaginarme con quién se iría y me levanté del sofá. Me puse un sencillo vestido verde (que me pegaba con las mechas que había elegido tener ese día verdes) y salí a buscar a James. Varios Ravenclaws me silbaron al pasar, lo cuál me hizo dudar de si trucaron al Sombrero Seleccionador. Si eran inteligentes y apreciaban no estar colgados del tobillo durante media hora, no me habrían silbado. Quedamos donde siempre, en el baño masculino abandonado del tercer piso. Recorrí los pasadizos secretos que me había enseñado James y esquivé a varios profesores. Ahuyenté a la Sra. Norris y corrí hasta llegar al susodicho baño. Jadeando, entré. Vi a James apoyado en la pared, jugando con su varita a levantar una pluma que había en el suelo. Al verme, dejó caer la pluma y se acercó. Me abrazó, me levantó y yo enrollé mis piernas en torno a su torso. Comencé a reír porque me hacía cosquillas los besos en la mandíbula mientras daba vueltas y vueltas.
-James...para...-decía entre carcajadas, pero él no me hacía caso. Al final, me puso la espalda contra la pared y yo le cogí la cara, para orientarla hacia mis labios. Al separarse, me sonrió.
-¿Que tal, Ugant?-me preguntó, y yo le miré a sus irritantemente perfectos ojos oscuros.
-Regular. Verás, tenemos que decírselo a Albus tú y yo, los dos. Juntos. Si no, se enfadará mucho contigo por no habérselo dicho antes. Encontraremos el momento y se lo diremos, pero con cuidado. No quiero romperle el corazón. ¿De acuerdo?-le respondí, y él dejó de sonreír un poco. Hubieron unos instantes de silencio, pero luego asintió.
-De acuerdo.-me respondió, y se volvió a acercar para besarme lentamente, entre sonrisas. Le rodeé el cuello con mis brazos y él me levantó más. Al final me acabé inclinando para que él no tuviera que estirar demasiado el cuello. Enredé mis dedos en su pelo negro y él me puso las manos en la espalda, levantándome más. Se oyeron unos pasos por el pasillo, pero no quería interrumpir ese beso por nada. Alguien entró al baño. Por el rabillo del ojo vi un cabello negro conocido, unos ojos verdes que reseguían las líneas de un pergamino, unas manos conocidas, y una forma de caminar que antes había amado. Antes de que pudiera separarme de James, Albus se había quedado tieso mientras nos miraba.
Le dí dos golpecitos a James en el hombro para que dejara de besarme, y tras mirarme confundido, miró a la derecha y vió a su hermano. James, sin apartar la mirada de su hermano (como quien mira a una bestia que está apunto de atacar), me bajó lentamente.
-Albus... yo...intenté decírtelo...-titubeé, y él no se inmutó. Simplemente dió media vuelta y se fue por donde había venido. Yo le seguí, con James detrás mío. No estaba corriendo, simplemente caminaba con calma. Yo le puse una mano en el hombro para frenarlo, y ese fue mi error.
Albus se giró varita en mano, y nos lanzó a James y a mi varios metros hacia atrás. El impacto fue doloroso porque caímos de espaldas, y acabamos rodando. Al levantarme, Albus estaba de rodillas rompiendo el pergamino que había estado leyendo. Las lágrimas le rodaban por las mejillas, y él no hacía esfuerzos por quitárselas. Me acerqué gateando lentamente.
-Esto era un poema, Emma. Lo había compuesto para ti. Hoy era nuestro aniversario.-murmuró, y yo noté como algo dentro de mi se rompía en trocitos pequeños y se caía, para luego hacerme un nudo en la garganta.
-Albus...-empecé, pero él me miró y por primera vez, vi en sus ojos un sentimiento que nunca había visto en él: desesperación.
-No digas nada. Sólo lárgate con tu... con mi hermano.-me respondió, y supe que no debía insistir más. Ayudé a James a levantarse y dejamos a mi cuñado y exnovio arrodillado en el tercer piso, dejando un charco de lágrimas a su alrededor.
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La descendiente de Gryffindor y Slytherin.
RandomEmma es una chica normal, y corriente. Bueno, no tan normal, es bruja. Sus padres le enseñaron en casa hasta cuando cumplió 14 años, y tuvo que ir a Hogwarts, a su 5 año. Muchos nervios, risas sueltas, y demasiada vergüenza. En Hogwarts conoce a Jam...