Reinaba el silencio. No se oía un alma. Después de que Potter pronunciara esas palabras, nadie dijo nada. Todos me miraban a mi, manchada de sangre, espada en mano y con el inerte león a mi lado. Yo alzé la espada para examinarla mejor. La hoja era preciosa, y tenia grabada el nombre de su original dueño, Godric Gryffindor, y tenia la empuñadura con muchos, brillantes y preciosos rubíes.
De entre la multitud, salieron dos personas, pero desde lados opuestos. Una de ellas era McGonagall, que me miraba con una mirada severa pero sorprendida, y caminaba erguida y con el ceño fruncido. La otra era Albus, que avanzaba hacia mi empujando a todos, con preocupación y asombro en sus dulces y verdes ojos.
-Señorita Ugant,¿ podria hacer el favor de acompañarme a mi despacho?-dijo McGonagall, cuando estuvo a mi lado. Albus me cogió del brazo, pues llegó a la vez que McGonagall.
-Sí, profesora.-respondí, me solté del agarre de Albus y me puse detrás de McGonagall, con la espada en una mano y el Sombrero en el otro.
-Y vosotros, jovencitos... No saldreis impunes de esta-advirtió McGonagall, girandose hacia Los Merodeadores, y con un dedo índice entre ella y el grupito. Potter tragó saliva, y yo sonrei levemente. Luego, McGonagall alzó la cabeza para mirar a todos los alumnos que nos observaban incrédulos.
-¿Y VOSOTROS NO TENÉIS NADA QUE HACER?-chilló la directora, y en menos de lo que se tarda en decir quidditch, la multitud se había disuelto. Luego, McGonagall dio media vuelta, y, ondeando su capa, me miró seria.
-Sígueme.
Como es más que evidente, le seguí. Subimos tantas escaleras, atravesamos tantos pasillos y cruzamos tantas puertas que a cada paso que daba la pregunta:"Como de grande es Hogwarts?" retumbaba más y más fuerte en mi mente. Al final llegamos a una puerta especial, donde una gárgola nos esperaba.
-Sanguijuelas de frambuesa.-exclamó McGonagall con mucha seguridad, y antes de que me pudiera reir silenciosamente por el disparate que la directora habia dicho, la gárgola se hizo a un lado y nos dejó pasar.
Las escaleras nos llevamos a un despacho con muchos cachivaches antiguos y muy útiles. Habia cuadros de antiguos directores en las paredes, y todos se movian: uno estaba vacio, otro dormia, otro leia un periodico, y otro, en el que un anciano con larga barba blanca, gafas de media luna y nariz aguileña torcida, como si se la hubieran roto, me miraba con aspecto bonachón, sonriente y satisfecho.
La directora se sentó al otro lado de la mesa que habia al fondo del despacho y me miró.
-Sientate.-me ordenó, y yo me senté en una de las sillas que habia frente a esa mesa.
Hizo un gesto con la mano para que le entregara la espada y el Sombrero. Yo se los dejé encima de la mesa con cuidado. Con ayuda de su varita, McGonagall dejó de nuevo el Sombrero en una estanteria, y la espada la colgó en la pared (después de limpiarla) detrás de ella. El silencio era incómodo y la tensión agobiante.
-Me podrias explicar como tú, una alumna de Slytherin, has sacado del sombrero la espada de Godric Gryffindor (fundador de la casa Gryffindor), algo que solo podria desenvainar un alumno de Gryffindor?-me preguntó la profesora McGonagall, mientras se masajeaba las sienes con los dedos índice y corazón.
-Verá, profesora, a mi también me gustaria saber el porqué. No obstante, me parece que tengo una teoria. Verá, Morfin Gaunt (tio de Lord Voldemort)...-empezé a contar, y McGonagall me miraba con un rostro inescrutable y serio. Iba haciendo sonidos de asentimiento, para señalizar que me estaba escuchando.
-...y, de esa forma, por parte de madre soy descendiente directa de Godric Gryffindor, y por parte de padre, descendiente directa de Salazar Slytherin.-acabé de contar mi árbol genealógico. McGonagall me miró durante unos segundos, aún sujetándose la cabeza con las manos. Luego, se echó para atrás y, dando un suspiro, se apoyó en el respaldo de la gran silla.
-De acuerdo, te creo. Espero que no tengas ningún inconveniente en contar esto como respuesta a todas las preguntas que se harán los alumnos sobre lo que ha pasado esta tarde.-me exclamó, mientras se volvia a poner recta.
-Ninguno, profesora. Pero si usted pudiera contarlo a la hora de la cena, en público y a todo el colegio, me ahorraría responder a todos los alumnos del colegio.-le dije, esperando que me hiciera caso.
-Me parece bien. Pero, una cosa más... viste si Potter tenia intención de que el león te atacase?-preguntó, poniendo de nuevo esa faz inexpresiva y seria.Yo tragué saliva. Mi lado Slytherin me decia que dijera que si, para buscarle problemas a Potter. Y mi lado Gryffindor me insistia para que dijera que no, y ser honrada y honesta.
-No, profesora. Potter no tuvo intención alguna. Vi el miedo en sus ojos cuando el león saltó; y digo más, intentó frenar al león con la varita pero se le cayó al suelo.-respondí, con el semblante serio. Eso último me lo habia inventado completamente. Pero McGonagall volvió a echarse hacia atrás y suspiró.
-Puedes irte.-me sugirió, y yo asentí con la cabeza y di media vuelta. Cuando estaba enfrente de la puerta, el anciano del cuadro me sonrió con orgullo y me guiñó un ojo. Yo le sonreí y bajé las escaleras. Junto a la entrada estaba una persona conocida. Albus estaba apoyado con la espalda en la pared, y tenia un mechón desordenado de su negro cabello en la frente. Su único entretenimiento parecia ser hacer levitar un caldero de decoración que habia en una esquina. Me acerqué contenta hacia él.
-Hola.-dije, al llegar a su lado. Con cariño, le aparté el mechón de la frente y se lo puse tras la oreja. Sus preciosos ojos verdes me miraron sonrientes cuando llegué a su lado. Esos ojos que me desarmaban sin necesidad de hechizo, esos ojos que me paralizaban más que cualquier petrificus totallus, esos ojos que mr enamoraban más que cualquier filtro de amor, esos ojos ahora me miraban con cariño.
-Hola.-me respondió, y me cogió en brazos al estilo nupcial. Yo reí, sorprendida.
-Uy, y esto por que?-le preguntó, rodeando su cuello con mis brazos.
-Bueno, es para ablandarte un poco y que al llegar abajo me cuentes toda la verdad.-me respondió, con un tono de voz sincero.
-Me gusta como me ablandas.-le dije, y escondí mi cara en su cuello, enterré mi rostro bajo su perfume masculino, con la única esperanza y deseo de que ese momento se congelara y me quedara así eternamente, respirando la esencia de Albus. Al llegar a la Sala Común, me dejó delicadamente sobre un sofá, y se sentó a mi lado, en el mismo sofá. Yo me estiré en el sofá y, un poco coqueta, apoyé mi cabeza en su regazo, y el iba jugando con mi cabello, que yo iba cambiando de color por mis poderes de metamorfomaga.
-Emma, explícame como has podido sacar la espada del Sombrero.-me pidió, y yo le dije exactamente lo mismo que le había dicho a McGonagall hacia solo un rato. Al finalizar mi relato, el semblante de mi novio, Albus (uy, me encanta como suena), estaba serio.
-Asi que eres la sobrina del hombre que casi mata a mi padre, y que mató a mis abuelos, y a mi tio. Me equivoco?-me dijo, con un tono frio y distante. Yo me incorporé.
-Estás enfadado por eso?-pregunté, un poco dolida.
-Es solo que deberías habermelo contado antes.-me dijo él, mirando a la nada.
-Es que habrías reaccionado exactamente como estás haciendo ahora.-le contesté, un poco seca.
-Emma...
-No, Albus. Nuestros parientes son una cosa y nosotros otra. No por que ellos se llevaran mal nosotros tenemos que hacerlo. Por que, Albus, si me vas a dejar por que mi tío fue el Señor Tenebroso,.maldito sea mi parentesco una y mil veces. Por que aunque no fueras hijo del Elegido y ambos fueramos muggles, yo te amaría igual. Por que el amor es indiferente ante la sangre o los asesinatos. El amor es el amor. Y yo se que es lo que siento por ti-le interrumpí, y solté todo eso de un tirón. Al acabar, al ver que no respondía, me acerqué a el y lo besé. Me lanzé con tanto impulso que perdió el equilibrio y caimos en el sofá, besandonos, yo encima de el. Al separarnos, reimos. Luego, me acurruqué en su pecho y el me acariciaba la espalda.
-Emma... en Navidad, ¿quieres venir a mi casa? Quiero presentarte a mi familia.-me dijo, y yo sonreí.
-Me encantará.-le respondí, y dejé un fugaz y pequeño beso en sus labios. Se oyó un carraspeo detrás nuestro. Al girar la cabeza, vi que Scorpius trataba de disimular una risa, y se rascaba la nuca mientras giraba la cabeza.
-Chicos, esto es un lugar público.-dijo, y Albus y yo reimos. Nos incorporamos y estuvimos hablando nosotros tres de nuevo, durante largo tiempo.

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La descendiente de Gryffindor y Slytherin.
De TodoEmma es una chica normal, y corriente. Bueno, no tan normal, es bruja. Sus padres le enseñaron en casa hasta cuando cumplió 14 años, y tuvo que ir a Hogwarts, a su 5 año. Muchos nervios, risas sueltas, y demasiada vergüenza. En Hogwarts conoce a Jam...