12.1: La decisión

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Aria volvió a la sala de estar, cabizbaja y mortificada. Thea se estaba metiendo en la boca del lobo y no era del todo consciente de ello. Se quedó de pie, mirando ausente el retrato enmarcado que le había hecho su hijo.

Lo veía feliz. Había encontrado su lugar. Rogaba a Diosa que lo bendijera con un matrimonio igual al suyo, uno lleno de amor y apoyo. Ojalá pudiera devolverle a Thea el enorme favor que le había hecho encontrando a esa chica.

La quería casi tanto como a Jean Luc y por supuesto que también quería que tuviera una vida feliz. Pero no con el que ella quería en ese momento. Siempre tan correcta y responsable, su pequeña Thea. Las hormonas le habían puesto el mundo al revés, y no había forma de hacerla entrar en razón. Estaba irreconocible y, a pesar de todo, extrañamente feliz.

Era esa irracionalidad que tenía el amor. Eso que la llevaba a arriesgarse de esa manera. Pero, ¿y él? Se había mostrado tan frío el día de la fiesta, tan arrogante. Quizás sólo fuera una máscara, una muy buena, porque en sus ojos no vio más que vacío. No le gustaba.

Unas manos en su cintura la sacaron de sus cavilaciones. Sonrió al reconocer el perfume familiar y la calidez que le traspasaba el cuerpo y le llegaba hasta el corazón. Se dio vuelta hasta encontrarse cara a cara con su esposo. Le besó los labios de forma breve, pero dulce. Él la miró un instante a los ojos y se entristeció.

—¿Por qué se ha ido sin decir adiós?

Aria se soltó de su agarre y lo condujo de la mano hasta el sofá. Una vez allí, recostó su cabeza en su hombro. Antonio pasó su brazo por detrás para rodearle la cintura.

—Está enojada conmigo.

—¿En serio? —Tonio alzó las cejas, sorprendido.

—Me ha contado algo y me puse en modo "madre".

Le contó lo que sabía. Durante todo ese tiempo, él le acarició el hombro y besó su cabeza un par de veces.

—Complicado. A nadie le gusta que le digan que está mal lo que está haciendo —dijo, cuando ella terminó.

—Sí... Cada vez que pienso en la idiota de Charlotte, la odio un poco más. Si no se hubiera metido donde no la llamaban, las cosas hubieran sido muy distintas.

—Ya está hecho, cariño —le recordó, con un suspiro.

—Lo sé... Pero intenta convencerla a ella de que renuncie. Me siento terrible.

Tonio tomó su rostro con las manos y le besó los labios. Apoyó su frente con la de ella y la miró a los ojos.

—Podemos estar ahí para ella, cuando esté lista. Ya se le pasará el enojo. Es difícil, ella es joven y acaba de pasar por una situación difícil. No dudo que sienta esta obsesión como si realmente estuviera enamorada. Él ha contribuido a que sea así. No sé si es un completo idiota o alguien muy valiente, por arriesgarse así.

—Yo temo que quiera aprovecharse al verla tan vulnerable... No sé, temo que quiera usarla para obtener la libertad quién sabe de qué forma.

—Thea no es una mujer de recursos, es obvio. No es una salida viable, ¿no te parece?

—Buen punto.

—¿Por qué no vamos...

Tonio se paró y se llevó las manos al pecho. Se dejó caer de rodillas. Su rostro se contrajo en una mueca de dolor. Aria corrió a buscar el teléfono para llamar a emergencias y acudió a él. Lo ayudó a colocarse en una posición más cómoda y fue a buscar su medicación y un vaso de agua. No se despegó de su lado, hasta que escuchó el sonido de la ambulancia.

Mercado de Maridos (HES #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora