—Jeff, amigo —lo llamó Diógenes, en cuanto lo localizó en el comedor.
El aludido se acercó a él con una sonrisa, bandeja en mano. Estaba de muy buen humor, ya que estaba a escasos pasos de su libertad. Buscaron una mesa vacía, al fondo de la estancia, y se sentaron. Diógenes suspiró. Jugó con su comida, sin demasiadas intenciones de probar bocado. Tenía el estómago cerrado por culpa de la ansiedad. Jeff lo observó, preocupado.
—Ey, ¿Está todo bien? —le preguntó.
—No. ¿Para qué te voy a mentir? Me metí en una grande —le confesó.
Disfrazando sus verdaderas intenciones, Jeff se cuidó de actuar como un buen amigo.
—¿Quieres hablar sobre ello? —le ofreció.
Su amigo estudió el entorno, buscando posibles oídos indiscretos. Lo cierto era que había bastante ruido de ambiente y nadie estaba lo suficientemente cerca de ellos como para oír lo que tenía guardado. De modo que le contó a Jeff sobre el arma, y lo poco que le había dicho Derek hacía un momento. El muchacho escuchó todo sin interrumpir ni una sola vez. Demasiado fácil. Diógenes le estaba regalando oro en polvo, sin darse cuenta.
La culpa pinchó muy dentro de su ser. Era un traidor. O, quizás no. No iba a entregar a su amigo, al menos, no directamente. Podría negociar que no le hicieran daño, a cambio de la información que tenía.
—No veo la hora de que todo esto termine —concluyó.
—Me imagino, amigo. Pero, piénsalo. En menos de 24 horas estarás de nuevo durmiendo en tu habitación, a salvo. —Le guiñó el ojo— Eso es más de lo que podemos decir los que vivimos aquí.
Diógenes bajó la vista. Estaba tan preocupado por su persona, que había dejado de ver las necesidades alrededor suyo. Quejarse de su vida, delante de su amigo atrapado para siempre en ese lugar, no era correcto.
—Lo siento... —murmuró—. Yo, aquí quejándome por esto y tú, viviendo este calvario.
Jeff se encogió de hombros. Tampoco le quedaba mucho allí.
—Ya me estoy acostumbrando. No es tan malo —mintió —. Ve a descansar, amigo. Te espera un largo día.
Se pusieron de pie al mismo tiempo. Jeff le dio una palmada en el hombro y se fue. Tenía una llamada pendiente.
****************
—¡Su Señoría! —exclamó sorprendida, al atender el teléfono—. ¿A qué debo el honor?
Adele sonrió del otro lado de la línea. Si bien se le había presentado un obstáculo, el destino se había encargado de darle las armas necesarias para salvarlo.
—Tengo una tarea muy especial para ti, querida —le dijo, aduladora—. Antes de decirte de qué se trata, debes saber que es algo de máxima confidencialidad. ¿Puedo contar contigo?
—Sí, por supuesto, su Señoría —respondió, emocionada.
Aquello podía significar un gran salto para su carrera. La oportunidad que había estado esperando para que el mundo supiera de lo que era capaz. Sonrió de satisfacción por la expectativa.
—Verás, tenemos un "asunto" complicado en uno de los suburbios. Es una tarea delicada, por lo que no puedo confiárselo a cualquiera. He sido informada de tus progresos y te han recomendado para subir un escalón laboral. Un futuro prometedor, sin dudas.
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Mercado de Maridos (HES #1)
Ficción General⭐️Historia destacada de Romance de Octubre 2017⭐️ ⭐️Historia destacada de Ficción General Enero 2020⭐️ "¡Bienvenidas a la Feria de Apolo! Aquí tenemos cientos de hombres para todos los gustos: rubios, pelirrojos, morenos, altos, pequeños, de ojos cl...