Desde que su amiga se había marchado meses atrás, Portia vivía en un mundo de sombras. Sus sonrisas eran cada vez más escasas y el brillo de su mirada se había esfumado. Jean Luc ya no sabía qué hacer para animarla y eso, además de entristecerlo, lo hacía temer por su permanencia en aquella casa.
En un arranque de desesperación, decidió llamar a sus padres para que intervinieran. Sabía que Portia detestaba que alguien se metiera en sus asuntos, pero no logró encontrar otra alternativa.
—¿Saben algo de ella, Aria? —les preguntó, escondida detrás de una taza de té.
El matrimonio se sorprendió al verla tan desmejorada. Se miraron un segundo, antes de decidir romper el silencio. No debían hacerlo, pero consideraban que Portia no suponía ningún peligro. Además, les daba pena verla en ese estado. Aria suspiró.
—Sí —afirmó, mirándola a los ojos y suavizando su expresión—. No podemos darte detalles, pero quédate tranquila, pequeña. Ella está bien.
—¿Dónde...
Aria negó lentamente.
—Nosotros también la extrañamos. Pero, ahora, lo mejor será rezar para que ella siga bien.
Portia apretó los puños con frustración. Debía conformarse. Sentía alivio, sin embargo, le ganaba la ansiedad. Quería aclarar las cosas. Saber qué había pasado. Demasiadas preguntas se agolpaban en su cabeza, alrededor de su suegra.
—Ten paciencia, cariño —le aconsejó Antonio—. Ya tendrás noticias.
—Disculpa que te cambie de tema, Portia. Pero, creo que tú estás más informada que yo —aventuró la señora.
—Dime —le concedió, mirándola con ojos vidriosos.
—¿Sabes algo de Charlotte? Hace tiempo que no logro comunicarme con ella. He ido a su casa, pero nadie responde. Sé que todo esto de su hija le afectó mucho. Realmente queríamos darle nuestro apoyo, pero no logramos dar con ella.
Portia suspiró. Miró a Jean Luc, que se había sentado al lado suyo y tomado su mano. Él se la apretó, dándole apoyo. Era algo duro y no sabía por dónde empezar. Aria endureció la expresión. Ya se lo temía. Las últimas veces que había hablado con ella, la había escuchado muy mal.
—Ella fue trasladada al Instituto de Salud Mental hace varias semanas —relató—. Por lo que me contó mamá, las vecinas llamaron a la Polifem, porque se escuchaban gritos a todas horas. Se volvió loca, pobre mujer... Fui a visitarla con mamá. Fue horrible, Aria. Está perdida, no reconoce a nadie y apenas habla. Ella solo llama a Thea...
Se le quebró la voz. Charlotte era una mujer posesiva respecto a su hija, pero la quería muchísimo. Quizá no había tomado las decisiones correctas, pero todo había sido pensando en lo que ella creía mejor para su hija. La culpa se había llevado su cordura, y los médicos decían que quizá ya no había esperanzas de que saliera de eso.
—¡Qué terrible! —suspiró la mujer.
—Vayan a visitarla. Quizás a ti te escuche... —sugirió Jean Luc.
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—Mamá, no puedo dormir...
La vio asomada en la puerta de su habitación, despeinada y descalza. Se veía adorable, con su conejito de peluche aferrado con el brazo. Se incorporó y le sonrió.

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Mercado de Maridos (HES #1)
Ficción General⭐️Historia destacada de Romance de Octubre 2017⭐️ ⭐️Historia destacada de Ficción General Enero 2020⭐️ "¡Bienvenidas a la Feria de Apolo! Aquí tenemos cientos de hombres para todos los gustos: rubios, pelirrojos, morenos, altos, pequeños, de ojos cl...