30: Centauria

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—Con Jenner, por favor. Es urgente —susurró al teléfono público.

Jeff se encontraba en la otra punta del Basurero, aún agitado por la huida. Había tenido suerte y los había perdido. Sin embargo, la sensación de estar siendo observado persistía. 

Se encorvó contra el anticuado aparato empotrado en la pared, mientras aguardaba que le transfirieran la llamada.

—Jenner al habla —se identificaron, por fin, del otro lado de la línea.

—Estoy en problemas —le soltó sin más.

—No me digas. ¿Y yo qué tengo que ver con eso? —le preguntó, inexpresivo.

Jeff lo odió con todo su ser. Claro, para él era muy fácil. Se lo imaginó muy tranquilo en su mansión, rodeado de lujos y seguridad. Un lugar donde nadie lo perseguía, ni lo amenazaba. Él, en cambio, estaba en el mismo infierno de los olvidados.

—Ustedes me prometieron algo —le recordó—. Quiero mi pago.

Una corta carcajada fue toda la respuesta que recibió.

—Ya cumplí con mi parte —insistió—. Se supone que a estas alturas ya los tienen, ¿verdad?

Se estaba empezando a impacientar. Más les valía que lo liberaran, porque sino ardería Troya.

—Tú no manejas los tiempos, Jefferson. Todavía no vas a obtener lo que quieres —lo corrigió—. Tendrás que sumar más puntos para eso.

—No —lo cortó—. Ya les di lo que querían y me han descubierto. ¡Si no salgo de aquí, soy hombre muerto, Jenner!

—Pues, qué pena. Adiós.

Y cortó la comunicación. Volvió a llamar varias veces, sin éxito. Estaba perdido.



Al día siguiente, se despertó temprano para ir a trabajar. Sin embargo, nunca llegó. Cuando salía de bañarse, lo interceptaron dos hombres. Lo agarraron por los brazos y lo obligaron a caminar hacia el comedor, que estaba lleno de hombres desayunando.

—¡Atención! —gritó uno, luego de aplaudir.

Un silencio sepulcral se hizo presente, mientras todos volteaban a verlos. Jeff intentó zafarse, pero le resultó imposible.

—Hemos encontrado una rata entre nosotros —les informó.

La furia invadió los rostros de todos. Se pusieron de pie, cuando el hombre que había hablado empujó al chico hacia la salida. Algunos lo escupieron a su paso. Como en procesión, todos los siguieron hasta el patio de cemento. Formaron un círculo cerrado alrededor de ellos. Jeff fue empujado al centro con violencia.

Con el corazón latiendo desbocado, observó su alrededor con terror. Estaba acabado. Comprendió que, tal vez, la única libertad posible era la que traía la muerte: no veía otra alternativa. 

Veía expresiones salvajes. Él no era la primera "rata" que se aparecía en el Basurero, eso quedaba claro. Y había mucho resentimiento ahí.

—Todo suyo, muchachos —invitó su captor, dando un par de pasos hacia atrás.

Como leones acechando su presa, primero se acercaron unos pocos. El primer puñetazo no tardó en colisionar con su rostro. Jeff se encogió por el dolor, bajando la vista. Pero no le dieron tiempo de recuperarse, ni de defenderse. 

Una lluvia de golpes y patadas cayó sobre él, alentada por esa primera jugada. Lo tiraron al piso, mientras una cacofonía de gritos llenaba sus oídos.

Mercado de Maridos (HES #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora