Trashumante

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Energías desplegadas por todo el lugar, sin tomar en consideración si son buenas o malas, lo importante es el reconocimiento de las mismas en el ambiente, filtrándose por las ranuras y la piel, como fino humo invisible. Lo que hubo antes jamás importó en ese microcosmos, todo lo relevante era el después, lo más inmediato posible. El silencio rebota en las cuatro paredes de un color que la memoria no logra definir.

Calma y reflexión, también pequeños sobresaltos. Un ser respira irregularmente debido a una antigua afección en los pulmones. Su mirada parece perdida en la esquina izquierda, siempre la izquierda. Surgen dudas razonables, todo a consideración de un segundo ser que nada entre esas energias flotantes. Su voz no sería suficiente para preguntar todo lo que desea.

¿Por qué siempre mira a la esquina izquierda? ¿Por qué no la derecha? Sin ánimo de interrumpir el trance en que se encuentra sumido su acompañante, rueda la mirada hasta la misteriosa esquina en la búsqueda de algo interesante. Su pregunta no se resuelve sólo con esa iniciativa. En esa dirección está un pequeño mueble con algo de ropa encima, nada más. ¿Qué podría ser interesante para perderse viéndolo? ¿Es el tapizado tan hermoso? ¿Quizás la madera del interior, no visible, pero presente? ¿Merece un análisis tan profundo y cuidadoso un simple mueble?

No hay respuestas y tampoco desea exigirlas. Cambia a la dirección opuesta en la búsqueda de algo incómodo o nada digno de apreciar durante varios segundos, tanto como para siempre preferir el lado izquierdo antes que el derecho. Allí tampoco hay nada. Sobre una mesa se alza un gran televisor apagado que refleja la habitación en su pantalla negra.

Tal vez se ha enfrascado demasiado en el análisis de lo que puede estar pensando el otro ser. Suspira al pensarlo. Siente un impulso de monopolizar su mente desplegarse en su cuerpo, como un espasmo, difícil de controlar y sin aviso previo. Traga grueso, aprieta los puños y toca la mejilla del otro. Ni se inmuta, continúa clavado en aquella esquina. Se encarga de devorar su expresión serena, sin pizca de arrugas, ojos muy abiertos que se mueven poco y labios entreabiertos, inerte.

¿Qué piensa? ¿Qué le abstrae? Quizás está volando por universos ideales, utopías, criticando a políticos, recordando momentos de la juventud, reviviendo la felicidad pasada, uno en específico y todos a la vez, convergen dentro de una cabeza humana que depende de esa respiración irregular y tal vez de un alma.

Desespera el misterio, contrae los músculos y aprieta los ojos. Por fin algo ha destruido el silencio.

"¿Qué piensas?"
"Creo que no pienso"

Un alma. Mil fragmentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora