El miedo de los íntegros

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A mis señores del pasado cuyos nombres no podría enunciar completos por sencilla ignorancia, los convoco a escuchar la más sincera plegaria de una hereje cuya alma se quiebra ante la situación. 

No podría hablarles de amores incondicionales ni recuerdos preservados, mas es perentorio que de alguna forma espiritual o fantástica intervengan en este enrarecido ambiente.

Querrán un argumento convincente y yo apelo al amor que una mortal sigue volcando luego de sus respectivas desapariciones físicas. Sería ella la más auténtica y la que podría subsanar mi infame indiferencia, si pueden ustedes considerarlo. Apelo igualmente a su dolor vivo mientras aún el sol tostaba sus pieles y las reglas tenían peso en sus conciencias humanas. 

Pido clemencia, ya que ustedes deben tener un ínfimo recuerdo de tan desgarradores episodios, aún cuando han llorado entre ustedes mismos. No soy nadie, no soy la gloria ni la esperanza. Estaría cristianamente muerta, pero mi espíritu lucha con fuerza y embiste a la adversidades. Sin embargo, aún no me preparo para la más terrorífica o la que más impregna a un ser de desdicha perpetua. 

La del páramo, con la túnica negra y la guadaña recién afilada está en mi subconsciente como elemento alarmante y constante. Se le suele asociar a carismáticos dibujos y recurso excelente para la comedia puesto que hacerlo irrisorio es un remedio tan amargo como dulce. Nótese que ahora no me refiero a mi propia muerte, sino al ser más íntimo de mi vida y al derrumbe total de nuestros enlaces que tan dura y bellamente formamos. Sé que lo entenderán.

Mi propia muerte no me puede generar pánico puesto que creo en un final liso y sin mayor profundidad, cosa que para ustedes será blasfema, pero consideren también el deterioro de los valores conforme los siglos arrollan. 

Entonces, divinos personajes de mi historia, no permitan que un ser que se volcó con tanta devoción a su recuerdo muera ahora de una forma tan canalla, absurda y horrible. Se los ruega su pequeña extensión, tantas veces incomprensible y molesta, pero profundamente apasionada y amorosa, creyente de la humanidad y el progreso. 

La del páramo jamás se ha llevado fragmentos de mi alma, pero con seguridad la hostilidad y la incomprensión lo han hecho. 

Señores de mi pasado, consérvenla más. Se lo merece. Sálvenla si está en peligro. No me quiten lo que poéticamente debería ser perpetuo, mas la naturaleza déspota no admite.  

Un alma. Mil fragmentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora