Una historia en el mundo

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-Mira, escúchame, la verdad ella murió. La policía no supo determinar si se suicidó o si la mataron, la escena del crimen era poco clara y engañosa. Su asesino era un genio, o sino ella lo era. ¡Deberías haber visto a los detectives! -rió escandalosamente la mujer-. Tocaron la puerta de todos los vecinos un millón de veces, pero eran apáticos, solo estaban presionados porque su jefe quería resolver un misterio tan importante, de seguro suponía un aumento de sueldo. Solo uno se interesó por la chica en verdad. Yo le notaba turbado. Poco común para alguien que siempre observa la muerte, pero bueno... No acaba allí, espera. -De su bolsillo sacó un cigarrillo, lo encendió y aspiró hondo-. Yo tengo la teoría de que era uno de sus amantes, porque ella tenía muchos amantes, en todos lados, ¿sabías? Quizá él la mató, por infiel, por mala cama, qué sé yo. Joven como ella, ojitos bonitos. 

»Luego había un señor, un businessman propio del centro que le traía chocolates y escuchaban a Barry White, supongo yo que a todo volumen para que nadie oyera sus gemidos. Ese tal vez era su favorito, pero no el único. Después llegaban deportistas a nivel regional muy reconocidos. -Tosió el oyente por el humo-. Perdona, es que me pone nerviosa esta historia y solo el cigarro me relaja. Como te decía, deportistas, y a veces periodistas. Un chico de una revista que lo conozco porque mi sobrina también salió con él. Todos llegaban, tocaban la puerta, pasaban al menos dos horas juntos y listo, a la hora llegaba otro. A veces me preguntaba cómo hacía ella para que sus muchos hombres no se cruzaran y se mataran en el rellano. Astuta, astuta.

-Así que muerta -apenas pudo decir el chico debido a que estaba triste por la noticia y procesaba la información que la vecina le otorgaba-. A veces la justicia es bastante mala, pero, dígame usted, ¿quién cree que la mató?, ¿cuál de todos ellos?

-Yo creo que ella murió de soledad -dijo tras soltar el humo con paciencia.

-¿Soledad? ¿No dice que desfilaban hombres uno tras de otro?

-¿Alguna vez viste a la madre de esa chica? Porque yo no. ¿A su padre? Hablaba pestes de él. ¿A sus hermanos? Dijo que todos estaban casados y que ninguno tenía su número. Físicamente sola no estaba, seguro se ahogaba en sus propios orgasmos, pero vamos... ¡Más sola que la una, como se suele decir! -soltó y miró a ambos lados del pasillo para fijarse que nadie la oyera-. Escúchame, quizás nadie pueda resolver este misterio, pero te quiero confesar algo porque noto que la apreciaste en vida.

-Dígame, por favor. Me siento terriblemente mal por no poder ayudarla.

-Yo vi el cadáver -musitó y tiró un vaho sobre la cara del chico-. La vi por unos segundos, pero tú no sabes lo feliz que murió. Con la herida en el pecho, sí, horrible y seca la sangre -se llevó la mano hasta su propio pecho-, pero sonreía. Tenía cinco horas de muerta, y sonreía. Esa chica murió feliz, sin duda alguna. Ningún hombre ni cambio de look le iba a dar tal gusto como abandonar una existencia vacía, fuera por mano propia o ajena. Murió feliz, así que tú también procura ser feliz. Hasta aquí dejo esta conversación porque tengo que cocinar muchacho.

Y cerró la puerta en su cara. En sus mejillas brillaron un par de lágrimas. Vio la puerta detrás de él, la número 21, lugar donde encontraron el cadáver de su amiga en extrañas situaciones. Estuvo tocando el timbre porque hace meses que no se veían y esperaba poder invitarla al cine. Era tarde. Ella había muerto feliz.   

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⏰ Última actualización: Nov 20, 2016 ⏰

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