Los brazos se aferran con fuerza a ese cuerpo, al punto de casi romper los huesos. La piel se alarga a niveles inhumanos y se transforma en fuertes sogas que intentan aprisionar al espectro de hace años. El mismo se encuentra encerrado en ese depósito gris y delgado, con las costillas marcadas por el hambre, una vaga sonrisa y negras pupilas dudosas.
Siente que se escapa, que se aleja, que pierde las vivas sensaciones que la alegría hacer perdurar en el cuerpo. Los recuerdos infantiles indican que lo más honesto son las lágrimas, mares infinitos, de ácidas gotas que marcan muy hondo. Le mira caminar por sórdidas esquinas para llenar su estómago y danzar sin ritmo, cayendo e intentando disimular con muy poca vergüenza.
Por eso lo aprieta, con la esperanza de que su rostro vuelva a coordinarse con su delicada alma. El regreso de los ojos llenos de luz, las frases sin tantas trampas y la autenticidad, ¿cuándo sucedería ese fenómeno? ¿Serían sus brazos suficientes para generar un cambio tan radical? No, por más que apriete el cuerpo es una cáscara que años atrás guardó a su amado, el que nunca dijo adiós.
Resignada, se despide de su querido, pero con el espectro atrapado en su memoria.
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Un alma. Mil fragmentos
Ficción GeneralComo persona, siempre llega ese instante donde el universo, la historia y sus pasos hacen un rápido recorrido por tu mente. Este es un conjunto de pequeños relatos y reflexiones universales. Reflejo de mis inquietudes, dudas y gustos.