Precaución inútil

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Excesivo cuidado ante cada palabra, tomando en cuenta cada uno de los elementos que intervienen en la comunicación, analizando hasta los puntos y las comas aunque estas jamás se pronuncian en el discurso. Cada tono perfectamente medido con regla, seguido del ensayo de los gestos frente al espejo, analizando cuales son agresivos, y por ende, dignos de erradicar del lenguaje corporal.

La absoluta preparación porque sabe que él es explosivo. La más pequeña falta (según sus propios conceptos arbitrarios) es merecedora de desprecio. Y no se queda en una mirada poco amigable, sino que se transforma en palabras elocuentes, adquiridas de tantos libros en su biblioteca. Por más hermosas y elegantes que sonaran, continúan hiriendo, que aunque ese léxico reflejara cinco claros años de universidad, no eran precisamente muy educadas.

Pero persistió, quizás por afecto, quizás por necesidad. Sabe que también ha cometido errores y que su carácter tampoco resulta el mejor. ¿Por qué no volver a intentarlo? A final de cuentas la gente termina por perdonar horrores de escala mucho mayor. ¿Qué serían tres palabras fútiles? Nada, en un universo tan grande no es nada.

Por esos insistía, dedicando horas al análisis de las conversaciones, evitando a toda costa aquello que puede molestar al otro. Y así los días volvían a adquirir color, permitiendo que los músculos se relajen, dejando atrás tanto protocolo para hablar. La naturalidad aflora y cómodos sobre ese sofá, regresaban a marzo, antes de que todo se espinara.

Así era, hasta que nuevamente alguna palabra terminaba por no encajar del todo y las detonaciones regresaban, dejando más heridas que las anteriores veces, siempre derrumbando todos los pequeños esfuerzos y enrareciendo el ambiente. Entendió entonces que tanta precaución al hablar era inútil, porque de todas formas las estructuras se despedazaban. 

Un alma. Mil fragmentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora