Imagina

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Imagina que existe un ser con una inteligencia tan admirable que sea capaz de propagar el daño de forma silenciosa. Que su mente, de alguna forma u otra, desee desencadenar el mal para retribuir a la sociedad algo de sus heridas.

Su mente brillante sería el motor para el inicio de sus discretas y dañinas actividades. Sus habilidades serían el vehículo para un mensaje implícito que se dispararía sin sonido alguno. Difundiría dicho mensaje en el objeto más sencillo, el que no levantaría ninguna sospecha ni ante el más perspicaz. Sería un plan tan perfecto, que terminarían echando la culpa de la destrucción a otra cosa.

Imagina, amigo mío, que un tenedor sea el arma homicida de la sociedad de forma muda. Ninguno de tus cinco sentidos lograría percibirlo, ¡ni siquiera el extraordinario y fantasioso sexto sentido! Sería tan brillante que provocaría amor y odio. Todo el mal grabado en su uso, práctica, formación y venta llevando plasmado, pero invisible, un oscuro mensaje subliminal.

Sería como una enseñanza maliciosa inconsciente. Tú serías el último viaje, en una cadena humana. De forma consciente, él es capaz de propagar su mensaje, mas de forma inconsciente nos uniríamos al círculo del mal propagando la misma enseñanza.

Sería así como la humanidad terminaría consigo misma a través de pasos involuntarios, ¡imperceptibles! Siendo culpables, pero sin arrastrar remordimientos ya que jamás se enteraron.

Imagina que esto ya está sucediendo. Imagina que todos somos el vehículo. Imagina el inminente final.  

Un alma. Mil fragmentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora