Epílogo.

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Pov. Donghae.

El timbre de la puerta sonó.

-¡Hyuk! Abre la puerta, estoy ocupado –grité desde la cocina. Ya tenía todo preparado pero debía acabar de lavar y los invitados llegaban. Me apuré un poco y mientras lo hacía, una sensación de familiaridad me recorrió ¿cuántas veces había hecho esto mismo a lo largo de los años? Estuve tan cerca de perderlo todo... en el hospital conocí personas en estados aún peores que el mío y, sin embargo, esa gente quería vivir. Yo los veía aferrarse con uñas y dientes a cada aliento con la esperanza de tener la oportunidad que yo estoy teniendo, la de estar en casa. Recuerdo perfectamente esa sensación horrible que se siente cuando tu alma quiere ser arrancada de tu cuerpo, es desesperante y no hay momento donde comprendas, mejor que nada, que sí quieres vivir. Que lo quieres todo de vuelta, que darías todo por un día más en tu hogar.

-Ahora voy –gritó Eunhyukee para que oyeran los que estuviesen fuera. Escuché el ruido de la puerta al abrirse y la voz de Ryeowook inundar la casa.

-¡Hyung! Qué bueno verte, si no es por Sungmin no hubiera sabido nada de ti en todo este tiempo. Eres malo con tu dongsaeg, pero no importa. Ahora que soy un hombre casado y maduro no me meto en los problemas de otras parejas ¿no han llegado Kyu y Min todavía? Hace una hora me dijeron que sólo faltaba que Min se vistiera para venir hacia aquí. He traído un pastel para que le cantemos el cumpleaños luego de las doce ¿dónde está Donghae?

La voz iba acercándose hacia la cocina, conforme iba hablando. Me reí internamente, Ryeo era una persona que parecía pacífica y callada cuando recién la conocías, pero si tomaba confianza no lo callabas ni con una mordaza. Hacía buena pareja con Yesung, él sí era callado la mayor parte del tiempo. Yeyo prefería quedarse a mirar como Wook hablaba, a tener que gastar su propia saliva en palabras cuando, según él, tenía cosas mejores en qué utilizarlas.

-¡Hyung! –me sorprendió el más pequeño abrazándome por detrás y pegándose a mí –Oh , Donghae, estoy tan feliz de volver a verte.

Me volteé y le devolví el abrazo.

-Gracias, Wooki. Y felicidades por tu matrimonio –le felicité revolviéndole el cabello.

-Gracias, hyung.

-¿Y qué tal es la experiencia del matrimonio?

-Uff, rutinas, peleas, trabajo, impuestos, sexo, más sexo y mucho sexo.

-¡Wow! Suena agotador –le dije riendo.

-No me quejo, si hay que sacrificarse por el bien de la causa yo soy voluntario –dijo como quién no quiere la cosa, pero le brillaban los ojitos de alegría –.Traje el pastel para Min y unos sándwiches que preparé. Los de ésta bandeja los preparé sin sal para ti y los de la otra son con sal. Dejando la modestia de lado, me quedaron estupendos los tuyos. También preparé Kimchi sin sal, pero lo condimenté tan bien que ni se nota.

-Perfecto, yo preparé el Bibimbap, el arroz, también hice Namul, Jajangmyeon y la carne. Min dijo que prepararía el postre y Kyu que traería la bebida. ¿Te parece que vayamos acomodando todo hasta que lleguen?

-Claro ¡Yesung! ¡Eunhyuk! –gritó –Vengan aquí, hay que llevar toda la comida a la mesa.

A los pocos segundos, dos obedientes jóvenes se presentaron en la cocina. Eunhyuk se acercó y me tomó de la cadera. Yesung hizo otro tanto con Wook.

-¿Todo bien, cariño? –le preguntó el menor a su marido.

-Sí, pero ya comenzaba a extrañarte –respondió el mayor dándole un beso en la mejilla. Ryeo se sonrojó y puso los ojos en blanco.

No me odies, yo te amo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora