JUEGO 23

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Salí de aquella sala corriendo, me estaba ahogando sin saber por qué. Pasé por la recepción a la carrera sin importar que la gente me estuviera mirando atentamente. Estaba en la calle en apenas dos segundos.

— ¿Señor le ocurre algo?—me preguntó Jason en cuanto me vio correr hacia él. Era evidente que no me esperaba por que tiró el cigarro que se estaba fumando y dejó de apoyarse en el capó del coche.

Me desabotoné la chaqueta y me la quité frente al chico, luego me deshice de la pajarita y me abrí tres botones de la camisa. Le di la ropa el hombre.

—Sujétame esto por favor—articulé como si fuera tartamudo. Luego me alejé de nuevo hasta la acera y caminé unos cuantos pasos para alejarme de la entrada del hotel

"¿Qué ha sido eso?, ¿Qué ha pasado?, Oh Dios, una boda, estoy comprometido, ¿con veintidós años?, esto tiene que ser una broma, una maldita broma de Lip, ¿Por qué me hace esto?"

Me apoyé en el edificio contiguo a la fachada del hotel con las dos manos y comencé a respirar. Se suponía que tenía que hacer frió, era de noche e invierno, pero yo sentía un calor que me corría por las venas como el fuego. Me miré el anillo confuso y mi corazón me golpeó en las costillas.

— ¿Se encuentra bien señor Bay?—me volvió a preguntar Jason—. No tiene usted muy buena cara.

—Ni la cara ni todo lo demás—coincidí con él mientras contenía una arcada—. Oh Dios, Jason, voy a casarme. ¿Cómo ha pasado esto?

—No sé que decir señor, ¿Enhorabuena?—inquirió el hombre tan confuso como yo—. Creo que debería avisar al señor Steig.

—No, no, se me pasará enseguida, solo es un pequeño ataque de ansiedad—le dije—. Ya estoy mucho mejor.

—Tranquilo Jason, ya me encargo yo—la voz de Lip me sobresaltó, pero no levanté la cabeza, no podía, si lo hacía estaba seguro que todo volvería a girar y el mareo no amainaría nunca.

— ¿Estás bien?—me preguntó pasando su mano por mi espalda.

—A esto te referías cuando has dicho que esta noche sería especial, ¿no?—pregunté levantando la mano para que supiera que me refería al anillo.

—Por supuesto, ¿por qué?—preguntó confuso y sin entender que pasaba con aquello.

— ¿Cómo has podido hacerme algo así?—me incorporé un poco para poder mirarle a la cara. Pero me bailaron las piernas—. Oh Dios, tengo que sentarme.

Me tambaleé como si estuviera borracho hasta el portal de un edificio y me dejé caer sobre los escalones. Lip me siguió con paso lento, su cara reflejaba su intento de cavilar que ocurría.

—Has..., has dicho que si—dijo confuso—. ¿No quieres casarte conmigo?

—No lo sé, no sé si quiero casarme o no—admití—. No lo he pensado, de hecho aún estoy alucinando un poco, la verdad.

— ¿Y por que has dicho que sí?—me preguntó de nuevo. Levanté la cabeza y vi el dolor en sus ojos. Estaba como si toda la ilusión se hubiera evaporado como el agua de la ropa. Podía hasta imaginarme los latidos de su corazón deteniéndose durante un segundo.

—Por que no me has dejado elección—confesé—. ¿Sabes la cantidad de gente que había ahí dentro?, sí, que idiota soy, claro que lo sabes, ¿Cómo iba a decirte que no con semejante declaración pública?

—Vale, ahora estoy confundido por que no sé de que va todo esto—dijo él mientras se sentaba a mi lado en los escalones de aquel portal—. ¿Te has visto obligado a decir que si?, ¿es eso?, ¿no quieres casarte conmigo?

Los segundos Juegos de BayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora