JUEGO 6

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Vamos, ábrelo—ordenó Phillip ante mi mirada de reproche.

Levanté la tapa del estuche y miré dentro. Eran unas gafas, de diseño, de color negro y azul, con montura redonda y cristales finos. Le miré extrañado.

—Como has perdido las tuyas—dijo mientras se encogía de hombros y seguía devorando su cena.

—No las he perdido—repuse frustrado. Él puso los ojos en blanco y levantó una ceja—. Vale, sí, las he perdido, pero no tenías por qué comprarme otras, estoy seguro de que aparecerán tarde o temprano.

—Sí, pero hasta que aparezcan usa estas—me dijo mientras se servía un poco más de vino.

—Lip...

—Yo he cedido esta mañana con respecto a lo de Ted—me echó en cara—. Soy controlador y obsesivo, y sin embargo he confiado en que podrás mantenerte a salvo tú solo, concédeme esto. Úsalas.

—Está bien—cedí—. Pero que sepas que me he mantenido a salvo durante veintidós años sin tu ayuda.

Agaché la cabeza y me dispuse a terminar mi cena. Me comí más de medio plato, pero me había echado mucho, así qué, pese a la cara de disgusto de Lip, aparté el resto y bebí un poco de agua.

—Estar conmigo, conlleva ciertos compromisos y riesgos adicionales—dijo él—. No es lo mismo que hasta ahora, ser..., conocido es otra cosa. Y la gente te puede tratar muy bien, pero también te puede tratar muy mal. Mira lo que ha pasado en tú trabajo esta mañana, incluso has llorado.

—Lip estaré bien, sé cuidarme solo—dije creyendo que estaba haciendo un melodrama de una miniedad.

—Romeo, el dinero es muy goloso, te sorprendería las cosas que son capaces de hacer la gente por dinero—continuó él.

— ¿Trabajar?, por ejemplo—bromeé yo.

—Chantajear, extorsionar, robar, secuestrar...—enumeró él dándole una excesiva importancia.

—Estás exagerando, nadie va a secuestrarme—dije riendo—. Además, con no pagar asunto zanjado, no soy tan importante para que alguien planee secuestrarme.

—Lo eres para mí—el chico se terminó la copa de un solo trago y luego la dejó desanimado encima de la mesa—. Si alguien te hiciera daño, sería capaz de dar todo lo que tengo para que volvieras a mi lado.

—Estás exagerando—repetí—. No va a pasarme nada por ir por ahí sin escolta.

Me levanté, rodeé la mesa y le obligué a levantarse y mirarme. Lo hizo con sus ojos negros llenos de duda y pena. Alargué la mano y cogí las gafas.

—Tú cedes y yo cedo, ¿de acuerdo?, me las pondré—le dediqué una sonrisa y él me correspondió—. No hablemos más de eso.

— ¿Y de qué quieres hablar?—preguntó como si nada mientras bajaba la cabeza.

—Creía que iba a hacerme usted el amor después de cenar señor Steig.

Me separé de él y me dirigí con las gafas puestas a la habitación de Lip, sabiendo que él no tardaría en seguirme, no lo hizo. Sentí su cuerpo estrechar el mío antes de cruzar la puerta. Me empujó con las caderas hacia dentro y yo entré sintiendo como su pene firme empujaba por encima de la ropa. Cerró la puerta y yo me giré y comencé a desabrocharle la camisa. Él intentaba besarme con su ya barba de varios días y retrocedía divertido mientras reía y seguía con mi trabajo. Su camisa cayó al suelo y entonces me separé un poco para comenzar a desvestirme yo. Los dos nos desnudamos, uno mirando al otro con fascinación y deseo. El chico se acercó con su polla firme apuntando al frente y entonces le dejé que me besara durante un buen rato, mientras yo tocaba y él tocaba. Luego le tiré encima de la cama y él rió por mi iniciativa. Me subí a horcajadas sobre su cuerpo y comencé a besarlo con lujuria. Me detuve en sus pezones un buen rato mientras disfrutaba de los jadeos del chico. Luego seguí bajando y me entretuve un momento mientras repasaba con mi lengua su vello púbico, hasta que en un arrebato me metí su polla en la boca y comencé a chuparla con desesperación.

Los segundos Juegos de BayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora