JUEGO 18

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Entré el apartamento de Lip muy despacio. Sabía que debería haber ido a mi casa, por que había pasado mucho tiempo últimamente en casa de mi novio, pero no me apetecía nada estar en casa solo. Ted había dejado a Logan en su apartamento y luego me había llevado hasta allí. Lip salió de su despacho en cuanto escuchó la alarma. Ted la apagó enseguida. Mi novio se acercó hasta mí, me besó en la boca y luego tiró de mi mano para volver a entrar conmigo en su despacho.

—Creí que ibas a llamarme en cuanto tuvieras noticias—me reprendió él.

—Lo siento mucho, pero he tenido la cabeza todo el día en otro sitio, no me he acordado—me disculpé mientras me plantaba junto a la puerta.

—No pasa nada, ¿Cómo está?—preguntó atisbando en mis ojos que había llorado.

—Al parecer estable y evolucionando favorablemente—acorté mucho el discurso del médico—. Pero...—se me quebró la voz y no pude seguir.

— ¿Pero qué?—insistió mi novio.

—Pero yo le he visto muy mal—me abracé a él y rompí a llorar de nuevo—. Dios, tenías que haberle visto con todos esos cables y apartaos, no parecía él, ha sido horrible...

—Eh, pequeño, no pasa nada, llora—me dijo apretándome un poco más fuerte contra su pecho—. Yo estoy aquí, llora todo lo que quieras, desahógate.

—No quiero que mi amigo se muera, Lip—dije sollozando—. No quiero.

—Ya lo sé—me tranquilizó él paseando su mano por mi espalda—. No le pasará nada, se recuperará, auque solo sea para poder seguir dando la lata y soltando improperios.

Me hicieron gracia sus palabras y me reí sutilmente, luego me recompuse.

—No te molesto más, seguro que estás ocupado—le dije—. Voy a darme una ducha y a comer algo, no he comido nada en todo el día.

— ¿Por qué no?—sé que estaba molesto por eso, pero dado mi estado de ánimo no me regañó. Me encogí de hombros sin saber que contestar—. Tienes que comer algo, no puedes pasarte todo el día sin comer, al final te pondrás enfermo.

—No me regañes ahora por favor.

—Te mereces unos buenos azotes—dijo besándome en la cara—. Anda date un baño y yo te prepararé algo.

—No, tú sigue con lo que estuvieras haciendo, no te molestes—dije abriendo la puerta.

Él me siguió al pasillo y esperó a que yo me deshiciera de mi abrigo y de mi macuto sobre la mesa de siempre.

—Tú nunca me molestas—repitió como siempre también.

—Como quieras—me encogí de hombros y caminé hacia su cuarto con paso lento.

Me metí en la ducha y estuve bajo el chorro hasta que me crujieron las tripas. Salí y me metí al vestidor de mi chico. Cogí unos pantalones de deporte y una sudadera y me vestí con eso. Salí al pasillo con paso lento.

—Tienes que asegurarte siempre de que Romeo come algo cuando yo no estoy presente, ¿me has entendido?—le reclamó a Ted mientras yo llegaba a la curvatura del pasillo—. Está muy delgado y puede enfermar.

—Sí señor.

—Lip, deja tranquilo a mi guarda de seguridad—me quejé torciendo el pasillo y dejándome ver—. Él no puede asegurarse de ningún modo si yo como o no como. Y no tiene por qué, por que no soy un niño pequeño.

—Eso es todo Ted—le dijo al hombre. Ted asintió y se metió a su despacho—. Romeo lo hago por tú bien.

—No me gusta nada que me controles—le aclaré mientras me metía a la cocina. Había un perfecto sándwich de queso y jamón sobre la encimera y un zumo de naranja justo al lado.

Los segundos Juegos de BayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora