Lealtad.

Demasiado jóven para todo.

Idhrenniel tiene la sensación de desaparición y mareo que solamente el portal puede dar, su cuerpo se siente pesado pero al mismo tiempo su cabeza se siente más ligera de lo normal. Sin darse cuenta sus brazos siguen bien agarrados de la cintura de Loki, mientras con los ojos cerrados, recuerda el rostro de su madre y los eventos que acaban de llevarse a cabo.

En cuanto el rostro de su padre apareció en su mente, pudo sentir algo sólido debajo de sus pies, habían aterrizado finalmente, pero ella no sentía la confianza de soltar al guerrero que la había rescatado. Levantó la cabeza después de unos segundos, y sus ojos se abrieron poco a poco, acostumbrándose a la luz dorada que había a su alrededor. Pudo ver a los guerreros reunidos a su alrededor y al Padre de todo esperándola tomando de la mano a la que suponía ella era la reina.

— ¡Loki! Es momento de soltarla.

Exclamó Odín, pero Loki no se apartó de ella, ni ella de él hasta que el temblor en sus manos se tranquilizó y dejo de ser notable. Se alejó, esperando no haber molestado al hombre que acababa de orquestar el rescate completo de lo que quedaba de su reino. Se acercó hasta Odín, maniobro con cautela su vestido roto y lleno de cenizas para poder hacer una reverencia.

— ¡Tonterías hija mía! Levántese princesa, y no vuelva a repetir esta acción, a partir de ahora somos más que aliados y amigos, somos familia, y en cuanto se lleve a cabo la boda con mi primogénito, será princesa de Asgard también.

Idhrenniel asintió, miro a todos los guerreros, reconoció al primogénito de Odín de inmediato, había escuchado las historias de batallas que parecían ser eternas en las que un dios rubio y fornido luchaba con un martillo capaz de hacer que el cielo se partiese en dos. Ahí estaba su futuro esposo y lo único que había escuchado de él habían sido historias morbosas en las que hablaban de la violencia e ímpetu con los que solía manejarse por los nueve mundos. El temblor regreso a sus manos, no se sentía capaz de cumplir con la tarea que su padre, el Rey le había encomendado, menos con un hombre tan intimidante como el que era su futuro esposo.

—Ven aquí futura hija de Asgard, te llevaré yo misma a tus aposentos en donde serás atendida con el trato que mereces, no puedo ni imaginar el dolor que crece en tu pecho. Pero por ahora estás a salvo, con un reino que se preocupa por tu bienestar. No temas princesa, nosotros te protegeremos.

La reina estiró la mano, Idhrenniel de nuevo hizo una reverencia, pero la reina la detuvo, le levantó el rostro tomándola de la barbilla con delicadeza. Idhrenniel no podría explicar el calor de alivio cuando escucho el tono tan maternal en el que la reina se había dirigido hacia ella. Era como volver aunque fuese solo un poco a casa.

La reina, Frigga, la tomó de la mano para llevarla hasta la que sería su nueva habitación hasta el día de su boda, camino a paso lento sintiendo las muertes de la batalla cayendo sobre sus hombros al igual que el destino incierto de sus padres cerrarle los ojos con agotamiento. Se movió con lentitud, pero la reina no pudo quejarse ni un poco. Le palmeo con suavidad la espalda, Idhrenniel hizo una última reverencia a los guerreros que le habían salvado la vida, y antes de salir de la habitación escuchó a los guerreros hablar.

— ¿Qué edad dices que tiene?

Preguntó la imponente mujer guerrera al hombre alto y misterioso que la había rescatado.

—La vimos una vez cuando era una niña, en un banquete que Freyr mismo preparó para su nacimiento.

— ¿Qué quiere decir eso?

Preguntó ella irritada sin dejar de clavar su mirada sobre la espalda de la princesa que caminaba con pesar detrás de la reina.

—Que cuando Thor y yo comenzábamos a convertirnos en hombres, ella acababa de nacer.

Idhrenniel miro de reojo a sus espaldas, sus ojos se encontraron vagamente con los de su salvador.

—Pobre chica. Es demasiado joven para Thor.

—Demasiado joven para detener el fin de todo.

Respondió Thor.