La verdad de un Rey

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La historia de la muerte de los padres de Idhrenniel es bien sabida y murmurada por todos los pasillos del castillo de Asgard, conocida por todos menos por Idhrenniel. Desde que Thor partió en búsqueda de los gigantes de hielo, Idhrenniel invirtió toda su energía en las clases de magia que Loki le daba a diario, y después de estas, las largas horas en las que Lady Sif la hacía practicar hasta haberla convertido en una valiosa guerrera para cualquier reino, aunque aún tenía mucho que aprender el arco se había convertido en su arma predilecta y sobre todo se había convertido en la extensión de su brazo, por lo que este se había convertido en algo fácil y habilidoso de usar.

Por su parte la princesa había aprendido a comunicarse con la naturaleza, moviendo los brazos podía hacer que el viento cambiara su curso, aunque de manera débil debía admitir que había mejorado, pero lo que más había mejorado, era su habilidad para controlar a los animales a su alrededor sobre todo a los caballos que descansaban en las caballerías, había aprendido a llamarlos y a organizarlos de manera que ninguno necesitaba de algún jinete.

—Debo decir, su Alteza, que nunca había tenido un aprendiz como usted. -Menciona Sif mientras limpia el sudor de su frente con una sonrisa llena de satisfacción. —Mañana tendrá un día de descanso, aprovéchelo porque será el último en quien sabe cuánto tiempo.

Dice Sif sin darse cuenta de que Laoghaire las observa. Admirada de las nuevas habilidades de Idhrenniel frente al arco, capaz de tirar sin fallar una sola vez y no puede evitar sentir cierto orgullo al ver a Idhrenniel desarrollando tal seguridad, orgullo al ver que ha dejado de tener la mirada de una pequeña perdida y que va obteniendo cada vez más la majestuosidad de un elfo. Pero es este mismo sentimiento el que la confunde y le hace sentirse culpable de mentirle a Loki, mentirle con respecto al entrenamiento secreto de la princesa y el hecho de que aún no le había dicho a Idhrenniel sobre la muerte de sus padres.

—Princesa yo... quisiera hacerle un regalo

—¿Un regalo?

Pregunta la princesa emocionada, había olvidado la última vez que alguien le había obsequiado algo

—He estado observándola en sus entrenamientos y me he dado cuenta de que el arco se ha convertido en su fuerte, en el mercadillo del pueblo existe una pequeña tienda en donde mi padre solía comprar sus armas, sé que no es mucho, ni muy lujoso, pero...

—¡Laoghaire, me encantaría tener un arco de esa tienda!

—¡Muy bien! Mañana mismo se lo traeré

Exclama Laoghaire con entusiasmo, pero la mano de Idhrenniel la detuvo

—Me gustaría ir contigo

—Oh princesa, no creo que debamos sacarla del palacio su Alteza

—Yo hablaré con su Alteza, el Rey, pero por favor Laoghaire no te niegues. No he podido salir de este palacio desde que llegue aquí, por favor

Laoghaire se sintió incapaz de negarse, de nuevo ese sentimiento fraternal le llenaba de ternura al ver a Idhrenniel tan emocionada

—De acuerdo su Alteza, haré lo posible para que me acompañe.

Idhrenniel saltó de alegría y sin siquiera proponérselo pequeñas flores con un aroma delicioso comenzaron a crecer de la hierba.

Thor ha perdido la cuenta del tiempo que lleva fuera de casa, ha recorrido diferentes lugares en la búsqueda de Malekith, y lo único que encuentra es el rastro del desastre que dejan los Gigantes de hielo a su paso. En cada lugar sin excepción, los Gigantes se han llevado a todos los recién nacidos, sin dejar rastro alguno de ellos, dejando simplemente un mensaje para todos aquellos que aún quedan vivos para poder escuchar.

Lealtad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora