Todo cambio

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Su cuerpo dolía en puro cansancio, sentía como su mente al igual que su cuerpo amenazaban con sucumbir en cualquier momento. El seguir a la reina a través de los largos pasillos que conformaban el castillo, no hacía más que agotarla un poco más hasta que finalmente pudieron llegar hasta la que sería su nueva habitación, al menos hasta su matrimonio.

—Aquí será princesa, en donde podrá descansar y reflexionar sobre nosotros. La cámara es suya al igual que las personas que se encuentran en ella. Ya he pedido que preparen la tina con aromas medicinales que le ayudaran a descansar.

Idhrenniel levantó la vista para encontrar a tres mujeres distintas mirándola con una pequeña sonrisa en el rostro, se sintió intimidada al pensar que se convertiría en la molestia de alguien más.

—Mi reina, no necesito de otras personas a mi servicio pues no quisiera que mi llegada aquí se viera caprichosa en ningún momento.

La reina negó con la cabeza, la tomo de la mano para adentrarla en la habitación.

—Como mi esposo, el rey, dijo, ya eres parte de la familia y atenderte no será ningún problema, en especial después de lo que has sufrido ya. Anda princesa, debes darte un baño y cerrar los ojos. Desaparece por un rato y cuando termines, ellas te ayudaran a vestirte de manera apropiada para anunciar tu compromiso con Thor en una fiesta.

Se dieron un leve abrazo, la reina aún estaba insegura sobre cómo tratar con un elfo de luz, era muy extraño verlos fuera de su propio mundo y más extraño aún era el ver como se comportaban cuando estaban tan alejados de su entorno. La reina salió de la habitación, cerrando las enormes puertas detrás de ella, Idhrenniel escuchó el sonido metálico de las puertas al cerrarse, se escuchaba igual que una celda e Idhrenniel se dio cuenta de que comenzaba con su propio encierro.

Las damas que estaban en su habitación no tardaron en tomarla con delicadeza de las manos para llevarla al cuarto de baño. Le quitaron la ropa con cuidado, intentando no lastimarla aún más de lo que ya estaba. La ayudaron a entrar a la tina de mármol y oro. Vertiendo sustancias que la reina le había dicho que eran relajantes para ella.

—¿Podrían dejarme a solas un momento por favor? Yo les llamaré cuando necesite algo.

Las tres mujeres hicieron una leve reverencia y se retiraron en silencio del cuarto de baño.

El agua en efecto era relajante, pues al hacer contacto con su cuerpo pudo sentir como los nudos en sus músculos comenzaban a deshacerse. Se tocó la espalda y los cardenales que habían en esta, el brazo y los rasguños, finalmente subió hasta su rostro donde se tocó la mejilla hinchada y roja que Malekkith había golpeado momentos antes cuando había amenazado con asesinarla si no hacía lo que él le había pedido.

¡Terrible! Se dijo Idhrenniel a sí misma, pues unos momentos antes, cuando el sol comenzaba a asomarse entre las colinas, ella apenas abría los ojos, terminaba de tener un divertido desayuno junto con el rey y la reina, sus padres. Había aprendido algo nuevo acerca de cómo controlar los poderes que a penas y comenzaban a hacer aparición en su cuerpo. Su mañana lucía ideal, estupenda, maravillosa y un tanto rutinaria. Hasta que durante el anochecer escucharon una detonación, los caballos comenzaron a volverse locos y la luz que emanaban de su cuerpo desaparecía poco a poco hasta dejarlos sin una sola poca.

— ¿Qué está pasando?

Pregunto con desespero.

Idhrenniel nunca se había considerado a sí misma como alguien muy afín a su especie, solía tener miedo todo el tiempo, en especial a la batalla y su padre no dejaba de decirle que algún día sería reina de todo aquello que le daba miedo, reinándolos y demostrándoles quien tenía el control, también le hablaba de que había ciertos miedos en toda criatura, que desaparecían hasta que se encontraba a la persona indicada que pudiese ser capaz de acompañarla para enfrentarlos.

—No lo sé, pero ve con tu madre y lleven a una de las mucamas con ustedes hasta tu habitación, ¡no quiero que por ningún motivo ustedes salgan de ahí! ¿Entendido?

Idhrenniel asintió, asustada y perdida en el pánico de no saber qué era lo que estaba pasando a su alrededor.

Había sido la última vez que había visto y escuchado a su padre hablar. Nunca se había dado cuenta de la importancia que tenía la voz de su padre en su vida, pues bien como decía la gente, no sabía lo que tenía hasta que lo daba por perdido.

Las lágrimas que cayeron de sus ojos significaban duda y terror, duda ante el paradero de su padre y terror de recordar cómo habían asesinado a su madre frente a sus propios ojos. Miro hacia el techo precioso del cuarto de baño en un intento por tranquilizar sus nervios, pero no había nada que pudiese tranquilizarla. Era joven, tan joven que aun podía contarse los días. Tan joven que no tenía ni la más mínima idea de que era lo que tenía que hacer para poder rescatar a la gente de su pueblo, las cenizas que habían quedado de la majestuosidad que le habían arrebatado, ahora eran su responsabilidad. Tan joven que aún no podía controlar aquellos poderes que había heredado de su padre. Muy joven para poder controlar el llanto de impotencia que caía de sus ojos y recordaba las palabras que había escuchado un rato antes.

Ella, en definitiva era demasiado joven para todo.

Lealtad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora