"Ausencia"

605 65 10
                                    

El palacio en Asgard aún seguía en pie a pesar de las explosiones en la sala del trono. Su majestuosidad seguía en pie naciendo de entre las cenizas.

La princesa no podía dejar de mirar por la ventana, observando a las personas intentando limpiar la tragedia que había ocurrido unas horas antes.

Se desconocía por completo el paradero del Rey y también se desconocía el paradero de Thor, con la destrucción del Bifrost.

—Princesa

La voz de Laoghaire le sonó como una voz completamente lejana e incluso sonaba diferente a su voz normal, aun así, Idhrenniel dejo ver la ventana para dirigir su mirada hacia Laoghaire. Laoghaire la miro a los ojos, su mirada se vio intimidada ante la culpa de ver la creciente tristeza en el reflejo del alma herida de la princesa en sus ojos.

Laoghaire no podía negarse la culpa, a pesar de que Marie le había pedido que dejara de culparse por algo que ella no consideraba provocado, o con la intención de lastimar. Pero Laoghaire sabía su propia verdad, sabía que aunque no hubiese sido ella la que se hubiera dejado convencer por la princesa de salir del Palacio, aun así, se dijo, ella hubiese sido capaz de decirle a la princesa lo que había pasado en realidad con sus padres. Aquél destino tan cruel al que habían sido condenados los seres que la princesa más amaba en todo el universo, era aquello lo que estaba dispuesta a decirle con tal de conservar aunque fuese solamente un poco, una pequeña pizca que se convertía en aquello que hacía corazón latir con una pasión llena de calor, a pesar de ser solamente una gota de todo un mar de sangre que Loki podía ofrecerle, Laoghaire estaba dispuesta a lastimar a aquella figura tan hermosa, tan lastimada, que tenía frente a ella, todo con tal de probar aquella minúscula gota que le llenaba de felicidad.

Idhrenniel no la culpaba nada y lo reflejaba claramente en su mirada, a pesar de las excusas que se hacía Idhrenniel para sí misma.

—Su Alteza, el príncipe Loki desea verla ahora en el Gran Salón, su majestad.

—¿En el Gran Salón?

Pregunta Idhrenniel confundida.

—Sí, la sala del trono está... completamente destruida, su majestad

Responde ella, su voz se escucha completamente vacía, como si todo sentimiento o pensamiento alguno hubiesen escapado en el momento en el que su voz desgarro su garganta para gritar la muerte de sus padres. El sentimiento de culpa invadió de nuevo a Laoghaire, le subió por la espalda y le reprochó al oído que pudo haber sido ella la culpable de aquella ausencia en la vida de la princesa.

Thor había perdido la noción del tiempo, desesperado por las respuestas ausentes y el misterio en boca de su padre, pues lo único que había sido capaz de encontrar en su camino, eran más preguntas que las respuestas que se mostraba tan ansioso por encontrar. Las incógnitas se acrecentaban a cada respuesta que lograba conseguir, y el silencio de Heimdall para llevarlos de vuelta a casa, comenzaba a jugar con su razón, provocando que aumentara la ansiedad que ya comenzaba a destruirle los nervios.

Y mientras los días pasaban con una lentitud dolorosa y desesperante, los ojos de Thor se abrían ante la realidad que acosaba lo que vivían las personas frente a él. Las consecuencias de la ausencia de los elfos de la luz en el universo.

El cielo se teñía de un amenazante color rojo y las pocas nubes en el cielo parecían sangre saliendo de una herida fresca. El verde en el suelo que se extendía hasta el horizonte, se convertía en el color de la sequía, el horizonte había cambiado por el color marrón claro que se alzaba entre lo que antes era verde. Mientras que el aroma a muerte y podredumbre alcanzaban todo rincón y cada esquina debido a la cantidad de cuerpos tirados por las calles. Pero lo que más sorprendía a Thor, era el silencio de aquél mundo.

Lealtad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora