Cogí lo poco que quedaba de mí, convertido en un trapo sucio y hecho jirones, que nadie se molesta en lavar.
Rota y muerta en vida, solo me puedo apartar. Arrastrarme a un lugar oscuro donde poder confundir mi alma y esconderme del mundo.
Crece en mí un irrefrenable deseo de matar y yo soy la única a la que tengo cerca... Quizás sería buena idea porque empiezo a sospechar que es mi propia mente la que me quiere desgarrar. No sé si me dan más miedo los demás o yo misma, puede que porque ni siquiera sé qué o quién soy. Muchas veces me siento como una sombra que ha invadido un cuerpo para ver su vida y disfrutar del espectáculo. Desde dentro, me veo por fuera, a mí ajena, pensando en si realmente esto es lo que soy. Y me siento vacía sin nada que recordar, mis lágrimas se deslizan hasta mi sonrisa y grito: ¿¡QUÉ MÁS DA!? sin que ningún sonido salga de mis labios agrietados y deshabitados que anhelan tanto una visita como mis ojos tener algo que merezca la pena a la vista. Y empiezo a reír sintiendo cómo mi aliento se transforma en notas musicales desteñidas que forman una melodía melancólica, oprimiendo mi garganta alcohólica por la que solo fluyen desvaríos de terror.
Y me despierto otra vez, sin quererlo joder, tan sucia y destrozada como el trapo que fui ayer, un golpe a los cristales, dos y tres, hasta que mi mano se desangre. Se rompen mis huesos mas no los cristales que se transforman en mental burlándose y poniendo a prueba mi estabilidad mental. Pero mis neuronas ya están borrachas de dolor e impulsan mi cuerpo a la perdición. Y aquí me encuentro, sin saber cómo, anestesiada y atrapada frente a las vías del tren. Podría cogerlo para irme lejos, correr y nunca volver, sólo para darme cuenta de que el problema está en mi ser. Así pues, buscando una definitiva solución, selecciono la última canción y sin ser consciente estoy saltando justo cuando, acompañado del ruido del tren, suena el último acordeón.
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Mi rincón oscuro.
De TodoLa tristeza y la inspiración, siempre han sido una buena combinación.