Yo era un lápiz, y tu mi borragoma. Me corregías y anulabas como persona. Pero cada vez que me pisabas, te hacías más pequeño. Te consumías por matarme, sin conocer a mi otro amante: el sacapuntas, mi propio entrenador, que me arrancaba la piel llevándose el dolor. Iba perdiendo mi vida con cada reparación, pero sabía resurgir de mi propia mina.
Por miedo a desaparecer, te fuiste con un bolígrafo. Era independiente, y a ti no te hacía daño. Pero eras un inútil, siempre eclipsado.
Mi muerte fue mejor a que tú fueras olvidado.
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Mi rincón oscuro.
AcakLa tristeza y la inspiración, siempre han sido una buena combinación.