IX

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Ya era mediodía, Lara aún no hablaba con nadie, ni siquiera con Noah.
Ella tenía miedo, pues pensaba que él la golpearía como su padre lo había hecho la noche anterior.

En su mente, rezaba a la diosa Fatmagul por misericordia para sí. No creía poder soportar otro golpe.

Recordó la noche anterior. Al momento sus lágrimas comenzaron a brotar; rebeldes bajaban por sus mejillas. El sabor salado de éstas le recordaban el dolor de cada golpe.

Paso su mano por su rostro con delicadeza mientras que sus lágrimas caían por ella.
Colocó su mano en su pómulo derecho, al momento, la imagen de ella recibiendo puñetazos sin descanso en su rostro, vino a su cabeza.

Noah sólo la miraba, callado. No sabia que decirle o si ella le tenia miedo. No sabia que hacer. Así que creyó conveniente que una de las muchachas hablara con ella.

- Iré a buscar a una de las chicas, para que te sientas más cómoda.

- N... no me incomoda tu presencia. Al contrario, me alegra estar acompañada...

Noah no dijo nada. Sólo se sentó y bajó la cabeza.

Lara se destapó y bajó las piernas. Extendió su brazo para que Noah lo viera.

- Soy Lara. Vampiresa de nacimiento... y hermana de Samuel.

- ¿Qué? ¿Tu eres hermana de Samuel? Eso es imposible, Samuel no tuvo más hermanos.

- Papá le hizo creer eso a todo el reino... ¡Pero por favor, antes que me mates, quisiera tener la oportunidad de contar mi historia y el porqué estoy aquí!

- Espera un segundo... -dijo un poco dudoso. - ¡Joanthan, sube a toda la familia!

- ¿Son familia?

- Somos amigos, pero sólo nos tenemos a nosotros y bueno... Se han vuelto una familia para mí.

Todos subieron, Jonathan esperaba expectante.

- Supongo que saben la leyenda, ¿no? Esa donde Arssax se enamoró de un hada y ella lo mando a la puta. -todos asintieron y Lara continuó. - Bien, la leyenda es cierta.
Mi nombre es Lara y soy hija de Lucero II y de Arssax "el temido". Está es la parte de mi vida que no ha sido contada y que me liberará de la soledad que siento...

(Mientras tanto en el palacio)

Todo se había puesto mal. El rey estaba alterado. La reina preocupada porque Lara estuviese bien.

– ¡Esa maldita! —gritó furioso el autoproclamado monarca.

– No es una maldita. Es tu hija. —añadió su consejero. —Arssax, somos amigos desde la infancia y sabes que eres como mi hermano. Pero siento como deber corregirte en esta tremenda estupidez.
Ella es tu hija, no la trataste como tal y ahora está en tierras enemigas a salvo de ti. No dudo que en cuanto tenga la oportunidad... Te matará.

– ¡Cállate! Se supone que eres mi amigo ¿no? —el hombre asintió — ¡Entonces apoyame!

– ¡Te apoyo, pero esto no puede seguir más!

El rey pego un tremendo grito que envolvía el odio, el coraje. Ya estaba harto. Lara no era su hija. No lo era y punto...

¿Por... por qué Lara le recordaba a Azura?
¿Por que Azura le rechazó? ¿Por qué?

La reina entró en la sala. Arsaax le miro con asco. Él no la amaba, nunca la amó.
Ni siquiera cuando él tenia un buen corazón.

Ella lo miró, ¿aún lo amaba? ¿Aún era ese chico tímido? ¡No, lo dejó de ser hace tanto!
Ella se odiaba, odiaba no haber enamorado nunca a Arssax, odiaba ser rechazada por su marido, odiaba ser quien era, ¡Maldición, ella odiaba no ser Azura!

Esa hada... ¡esa maldita hada!

Una lágrima corrió por la mejilla del antes bello rostro de Lucero.

Su rostro reflejaba cansancio, tristeza... pero sobretodo... Preocupación.

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– En... entonces es cierto ¿Eh?

– Así es señorita. Soy la hermana de Samuel y vengo huyendo de la ira de mi padre, les pido que tengan compasión de mi alma... ¡Denme hospedaje en este lugar! No me exilien, por favor...

Todos se miraban. Había un silencio sepulcral.

Jonathan, Noah y Thiago pensaban en los riesgos, aunque la mirada de Noah rogaba a gritos que ella se quedara.

Anastasia se limitó a sonreír.

Abigaíl y Ágata murmuraban.

El resto pensaban en las ventajas que tenían. Es decir, ella sabía como entrar y salir del castillo.

– ¡Oh por favor! ¡Eres bienvenida!—anunció Ágata después de unos segundos.

– ¿De verdad?—dudó un segundo la peliblanca.

Anastasia no lo dudó un segundo y la abrazó –¡Bienvenida a la familia, cariño!—gritó cantarina.

– ¡Oye Kuriboh! ¿Qué hay de comer?

– Deja de llamarme así Noah, tengo nombre: Anastasia. Anas. Tasia. —dijo.

– Tranquila —dijo sonriendo de lado.— ¿Qué hicieron?

Las chicas negaron con la cabeza mientras reían.

– Averígualo.

Todos los chicos bajaron como alma que lleva el diablo.

– Disculpe señorita...

– No me digas así. Somos familia ahora. Llámame por mi nombre.

– Ah... Abigaíl... ¿cómo se siente tener una familia? —dijo al borde de las lágrimas.

Abigaíl la miró.

– ¡Ven y lo descubrirás!

Nuestra Loca FamiliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora