VI

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Era día de recolección en la aldea. La cosecha había traído los mejores frutos del año. Iba a haber suficiente para toda la aldea conformada por más hostales que nada.

Refugios se alzaban por ambos lados del camino. Algunos hechos de barro, otras dentro de los árboles huecos. Pero al fin y al cabo, hostales. Rústicos y bellos hostales.

Andrés, Alejandro, Axel y Santiago se habían visto un par de veces mientras cosechaban pero jamás habían cruzado palabra alguna.

- ¡Que buena cosecha!- exclamó Santiago para si mismo.

- Tienes razón duende -exclamó Andrés.-, ¿desde dónde vienes?

- Soy un duende de las montañas.

- ¿Y tú? Tu cola no es como la mía -interrumpió Alejandro.

- Mi primo Axel y yo somos zorros de una de las aldeas del norte. -respondió amablemente Andrés.

- Un gusto. Soy Alejandro, un hombre lobo del clan de los azules. ¿También vienen huyendo de Arssax?

Todos asintieron y después de recoger las cosechas Santiago les invito a cenar en su cuarto en el hostal.

La cena iría fantástica, en la mesa se encontraban algunos frutos que él mismo cosechó y la sopa de hongos se veía deliciosa, acercaron sus manos a la pequeña bandeja de piedra tallada por la madre de Santiago para tomar el pan, sin embargo la campana de alerta contra Arssax comenzó a sonar y el grito de uno de nos vigías alarmó a todos. No estaban listos para volverse a ir, estaban ya acostumbrados a la vida en los hostales.

Andrés, harto de tanta maldad y violencia, decidió darles pelea cara a cara, habría combate cuerpo a cuerpo.

Andrés, él era un chico atento, sus 18 años no se notaban, parecía tener 16. Joven y corpulento, fuerte y ágil... Pero no lo suficiente, no para pelear contra un vampiro.
Axel sabiendo que Andrés era el único de su familia que quedaba con vida decidió que pelearía con él. Si habrían de morir, morirían como lo que eran: una familia.

Alejandro y Santiago se inmiscuirián con ellos, también querían descansar ya no querían más guerras, la paz era necesaria en toda la isla.

La aldea pronto se quedo sola. Solo quedaban ellos cuatro y los ejércitos de Arssax y de su hijo Samuel.
Pequeños pedazos de las improvisadas puertas de madera comenzaban a crujir.

Los sonidos se iban haciendo más fuertes y cercanos, intensificando el miedo que sentían los cuatro. No querían morir pero tampoco querían vivir con miedo porque eso... Eso no es vivir.

Su supervivencia ahora estaba en riesgo.

Escondidos en las tinieblas de la cocina armados con simples palos a modo de estaca improvisados que recién hicieron se cubrían la espalda mutuamente.
Santiago temblaba peligrosamente mientras que se intentaba calmar a sí mismo. Sabía que no podía flaquear, no ahora.

La puerta voló hacia adentro de la pequeña sala que en unos minutos se convertiría en solo un montón de destrozos más.

Con sus sentidos agudizados, Andrés, Axel, Santiago y Alejandro avanzaron lentamente hasta el enemigo y sin remordimiento alguno atacaron sigilosamente.

Samuel, Martín, José, Cárter, Jason y Lucas eran los únicos que habían atacado la aldea.
Iban en formación "V"; al frente, liderando estaba Samuel, a sus costados unos cuantos pasos atrás se encontraban Cárter y Lucas; al costado izquierdo de Lucas y unos cuantos pasos atrás se encontraba Martín y al costado derecho de Cárter, estaba Jason.

Andrés Y Santiago se encargaron de reducir a cero a Jason y a Martín. Ahogando sus gritos en todo momento.

- ¡Huele a sangre!-gritó Samuel girando hacia atrás, encontrándose con Jason y Martín con una estaca en el pecho cada uno.

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